Escritores malditos: al rescate de autores perseguidos o, peor aún, olvidados

Al parecer, siempre hubo escritores malditos. El "malditismo" recorre la historia de la literatura no como un fantasma, sino como una presencia incómoda para la sociedad y el propio ambiente literario. El narrador y catedrático español Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) publicó El séptimo círculo del infierno (Planeta), donde reúne a un elenco de escritores malditos por vocación o por contexto. "Aunque desfilan por el texto escritores reconocidos como Iris Murdoch, Carson McCullers o Rudyard Kipling, he buscado recuperar a escritores que, atacados por diferentes poderes fácticos (de la Inquisición a los nazis, pasando por dictaduras fascistas y comunistas), han visto cómo su obra ha sido casi olvidada. Olvido que comparten muy especialmente las mujeres escritoras", señala. Su libro presta especial atención a autoras que por el solo hecho de ser mujeres tuvieron que afrontar impedimentos para llevar a término su actividad creadora: Safo, Sor Juana Inés de la Cruz y, actualmente, la escritora nigeriana Buchi Emecheta.

"La categoría de «escritor maldito» puede venir definida por diferentes fuerzas, como la crítica, la impopularidad ante los lectores o la condición de perseguido por el poder establecido -dice Posteguillo a LA NACION-. En El séptimo círculo del infierno me he centrado en escritores y escritoras esencialmente malditos por ser perseguidos por su orientación sexual, su religión, sus ideas políticas y, siempre, por su independencia. No hay nada que moleste más al poder que un escritor que creían a su favor y que, de pronto, les diga a la cara algo inconveniente, como el caso de Bulgákov y Stalin." Mijaíl Bulgákov pasó de ser el escritor favorito del dictador a su enemigo cuando postuló que la libertad de expresión era innegociable.

"El asco puede ser un buen inicio para definir a un escritor maldito -apunta Lucas Margarit, docente universitario y ensayista?. El maldito crea un artificio con el asco de su tiempo. Lo desagradable que intenta ser silenciado, pero que sin embargo resurge. ¿Malditos para quién? Hay una zona donde la comodidad se desarticula, donde abismarse es una forma de encontrar las imágenes de lo oscuro."

Se podría pensar que hoy el malditismo no tendría tanta presencia en la literatura. "Nada más lejos de la realidad -asegura Posteguillo?. Es cierto que hoy no se suelen quemar libros. Queda feo. Pero hay otras formas de perseguir al escritor independiente e incómodo para el poder. Se trata de un malditismo...

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