Escondido tras la basílica, un local de tortas en el centro histórico de Luján al que los turistas llegan de casualidad

Basílica de Luján. Archivo La Nación.

El pastelero y chocolatero Gustavo Molero (55) recuerda, como si fuera ayer, una de las primeras recetas que preparó. Fue justo unas horas antes de la gran final del Mundial del 78, en el que Argentina se coronó campeón. El jovencito, que en aquel entonces tenía tan solo doce años, preparó un bizcochuelo casero de vainilla y lo decoró con granas albicelestes y el icónico logo de ese año: las dos manos agarrando la pelota.

"Ese día nos juntamos todos en casa para ver el partido con mi familia, parece que la torta trajo suerte", asegura. Tras aquella victoria Gustavo descubrió que la repostería le apasionaba. Con los años, se fue perfeccionando con diversos cursos y talleres. También fue profesor. Hasta que cumplió su mayor deseo: abrir las puertas de su propio emprendimiento de tortas, bombones y cafetería. Lo llamó "Villa de Luján", en honor a la ciudad, de la provincia de Buenos Aires, que lo vio crecer.

Llegar por recomendación

Como las casitas del sur, pero en Luján.

El aroma a cacao y a dulces caseros se percibe unos metros antes de llegar al pintoresco local ubicado en la calle Bartolomé Mitre al 179, en pleno centro histórico de Luján. Por su ubicación, entre antiguas residencias de barrio, muchas veces la cabaña de madera (que parece salida de un cuento) pasa desapercibida. En varias oportunidades los turistas las descubren por mera casualidad, tras su visita a la Basílica. Pero la gran mayoría llega por recomendación.

Para la construcción, Molero se basó en las aldeas de madera de Bariloche, ciudad que lo cautivó desde la primera vez que la visitó en 1992. "Me inspiré en el diseño alpino, el sur me encanta. Aquí antiguamente había una casona del año 1890 con patio y altos techos con tirantes de pinotea. Cuando comenzamos con la obra de la cabaña decidimos reutilizar aquellos históricos tirantes para el piso", detalla. En cuanto a la decoración, la madera y los muebles antiguos son los protagonistas. También hay centenares de objetos vintage y chapas que coleccionó de sus viajes: de chocolates, galletitas y marcas que han marcado generaciones.

La cocina: un lugar en el mundo

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Gustavo, o "Toto", como le decía su madrina de pequeño, es de bajo perfil. Muy pocas veces lo encontrás detrás del mostrador, salvo cuando algún habitué pregunta por él para saludarlo. Su lugar en el mundo es la cocina: en el sector de producción de dulces y chocolatería. Allí, se siente cómodo para desplegar su creatividad...

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