El escándalo más difícil de derrumbar

De los innumerables escándalos de corrupción de los últimos años, el que estalló ayer es el de mayor impacto institucional y político. Los bolsos que el noctámbulo José López revoleó tras el muro de un convento; las bóvedas de Lázaro Báez ; el éxito de Cristóbal López en el negocio de la evasión fiscal, o, vista a la distancia, la miserable valija de Guido Antonini Wilson causaron grandes cimbronazos. Pero tenían dos peculiaridades por las que, mediante una manipulación eficaz, sus efectos podrían moderarse. Los involucrados eran pocos y estaban engranados en el aparato de poder a través del cual se corrompían.La bomba que hicieron explotar los obsesivos cuadernos del chofer Oscar Centeno es muchísimo más agresiva. En la redada, que, a raíz de una investigación de LA NACION, dispusieron el juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli ayer por la madrugada, cayeron numerosos empresarios que, a pesar de ser contratistas consuetudinarios del Estado, no están integrados a una urdimbre de lealtades políticas. Imposible controlarlos. Imposible coordinarlos.Ya en el origen de esta saga hay un anticipo de que su dinámica puede ser inmanejable. Un ignoto chofer estatal, acaso presionado por las exigencias de una esposa despechada, que redacta en un inesperado diario íntimo, con solemnidad y rigor; las manualidades del delito. Tejidos similares se deshicieron también porque un punto decidió soltarse. El contrabando de armas a Croacia y Ecuador comenzó a desbaratarse cuando Emir Yoma se negó a pagar las expensas a la mujer de su contador, que estaba preso. El Mani Pulite se desencadenó porque el dueño de una lavandería suburbana de Milán no aceptó que un puntero socialista le aumentara el monto de un soborno. Y para el derrumbe de Odebrecht alcanzó con que una secretaria de tercera línea identificara con su nombre la generación de un pecaminoso archivo de Excel. Extras de un film que, como la señora de Centeno, se convirtieron en parteros de la historia.En los próximos días pueden aparecer más imponderables. Muchos de los constructores acusados compartieron uniones transitorias con colegas que también pueden estar complicados en las maniobras. Además, el dinero ilegal solía recaudarse entre los subcontratistas de las obras, dispuestos a pagar coimas con tal de que les pagaran los trabajos. En la alborotada Cámara Argentina de la Construcción ayer se iniciaron consultas para determinar la cantidad de gente embadurnada, mientras se enteraban de más...

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