Qué es lo que mostramos y qué es lo que escondemos

Tuvimos a Karina Mazzoco y a Alessandra Rampolla, pero no mucho más. No hay programa de educación sexual en la televisión argentina. Sin embargo, una buena parte de la programación de los canales abiertos funcionan, paradójicamente, como un horrendo e involuntario curso informal de pésima educación sexual.

Mujeres supuestamente voluptuosas deformadas por la mala praxis de insistentes cirugías en distintas partes del cuerpo hablan con la mayor liviandad de sus colegas y de sus supuestas libertades para acometer el sexo con distintos partenaires. Conductores de todo pelaje se babosean y viven en el doble sentido permanente y más rancio para referirse a las partes más protuberantes de celebridades femeninas y lanzan al aire versiones antojadizas y degradantes de sus vidas íntimas. La procacidad, el chiste grosero y machista es moneda corriente en cualquier horario.

Esa misma televisión que se permite tanto, en cambio temblaría cínica y pacata frente a un programa como el noruego Newton, que no se guarda nada, dice y -lo más temido- muestra todo. No estamos acostumbrados.

Probablemente la relación de las personas nacidas en los países escandinavos con sus propios cuerpos y los de los demás sea menos tortuoso y más desinhibido ya desde la más tierna infancia que en otras latitudes, incluidas las nuestras.

En cambio es también posible que sean mucho más refractarios a reproducir escenas violentas reales o de ficción y que promuevan debates más civilizados, sin las chicanas ni las agresiones verbales que solemos escuchar por estos lares. Los resultados están a la vista, en unos y en otros países.

Por falta de costumbre, seguramente el didactismo explícito de Newton produciría un escándalo mayúsculo...

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