Es otra madre, una enfermedad sin cura le permitió sanar la relación que creía perdida: 'Lo más duro fue el día que no me reconoció'

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Las líneas que siguen a continuación cuentan la experiencia de Alejandro "Andy" Anderson con la enfermedad de su madre, que lleva siete años internada. Aunque confiesa que él no tenía buena relación con ella, admite también que "una enfermedad que no tiene cura, pudo curar la relación con su madre. El relato cuenta una perspectiva diferente respecto a la enfermedad, una perspectiva que sirve para sanar y considerar la importancia de perdonar , de valorar cada instante que tenemos, de no abandonar nunca a nuestros seres queridos. La enfermedad que padece la mamá de Alejandro sigue sin tener cura y pronto (en 2050, dicen los expertos) afectará a uno de cada tres adultos mayores. ¿Qué se puede hacer con una patología irreversible? Mucho, asegura uno de los protagonistas de la historia.

"Sus observaciones eran cada vez más intensas"

"Nunca pude comprender de dónde provenía la crítica, que era constante, muchas veces incisiva e innecesaria . Era conmigo y con mis hermanos también. Al principio no me daba cuenta, lo aceptaba como parte de la realidad porque uno no tiene, a temprana edad, la capacidad ni las posibilidades de comparar el trato cotidiano de una madre, pero después de la muerte de mi hermano menor, la cosa se fue complicando. Las observaciones fueron cada vez más intensas, como si una parte de ella se hubiera desconectado para dar paso a las más severas críticas. No le gustaban mis amigos, ni mi equipo de fútbol, ni las chicas con las que salía, ni la forma en la que me vestía. De sus hijos, yo era el que más la enfrentaba, quizás porque me daba bronca que siempre dijera cosas negativas sobre cualquier tema.

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Nací en Buenos Aires y viví mi infancia en el barrio de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires. Mi padre era médico, mi madre ama de casa. Me tocó ser el segundo de cuatro hermanos; tres varones y una mujer. Tuve una infancia sin muchos sobresaltos, aunque con ciertas conductas de mi madre que no me parecían apropiadas y que solo comprendí siendo adulto y padre de dos hijas.

Empecé a escribir a los seis años, me gustaba mucho leer y escribir novelas y cuentos de suspenso. Recuerdo que tomaba los cuadernos y me ponía a escribir. Anotaba: "Capítulo uno" y entonces escribía lo que llegaba a mi cabeza. Amaba recibir fibras de colores para diseñar las tapas de esos cuadernos, que representaban editoriales imaginarias y colecciones propias.

De izquierda a derecha, el hermano mayor, la madre, Andy, su hermana, su hermano menor y su padre "Jack".

40 velitas y un final...

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