Es hora de decir basta a las barras bravas

Es sabido que las barras bravas del fútbol argentino constituyen una verdadera lacra, apañada por dirigentes de los clubes y de la política, que en muchos casos se benefician de sus funestos "servicios" y en prácticamente todos, ya sea por temor o por conveniencia, prefieren mirar para otro lado a la hora de buscar alternativas para erradicarlas.

La pasividad entre los directivos, el cuerpo técnico y los propios futbolistas ante las aberraciones de estos grupos de salvajes quedó una vez más de manifiesto días atrás, luego de que barrabravas de Boca, encabezados por Mauro Martín y Rafael Di Zeo -sobre cuyos antecedentes no es necesario agregar nada-, se presentaron el sábado pasado en un entrenamiento del primer equipo para dejarles un claro mensaje a los jugadores.

Los barrabravas, aparentemente preocupados por el dudoso nivel futbolístico del equipo y por supuestas salidas nocturnas de ciertos jugadores que derivaron en escándalos mediáticos, les habrían exigido un mayor compromiso deportivo. Con ser grave que semejantes personajes, cuya presencia debería generar el repudio generalizado del club y de la sociedad, pudieran ingresar al lugar de práctica futbolística y tomar contacto con los jugadores, mucho más grave es lo que siguió: ni más ni menos que la reprimenda de los barrabravas a los jugadores boquenses pidiéndoles que mejoraran su conducta. Fue un clásico "apriete" de los violentos de nuestro fútbol que directivos y futbolistas minimizaron, al calificarlo como una simple "visita".

Como en el reino del revés, ahora los reyes de la inconducta, de las bengalas, el gas pimienta, las extorsiones, el alquiler de fuerza bruta, la reventa de entradas y el tráfico de drogas dentro de los estadios se apersonan en un...

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