Cómo enterrar un caballo

Por perezoso o miedoso, por prudente o paranoico, Barclays ha sido siempre fiel a sus parejas. Ha tenido numerosas oportunidades para ser infiel, para desbarrancarse por el abismo de las trampas y las traiciones, pero ha preferido dar un paso atrás y no sucumbir a la tentación de poseer clandestinamente un cuerpo prohibido.

Sería un error pensar que Barclays es un individuo moralmente virtuoso, incapaz de mirar con lujuria más allá del cuerpo cercano de su pareja. Puede mirar, puede imaginar, puede maliciar, puede incluso coquetear, asomarse a la tentación indebida, explorar si ella está al alcance de sus labios, pero, en la hora capital, en el momento de elegir si besa o no besa, si entra al laberinto del deseo o se refrena, Barclays, buen hijo de su madre, mal hijo de su padre que era un conquistador, decide ser fiel a su pareja, contentarse con lo que tiene a mano.

A pesar de su fama de disoluto y libertino, Barclays ha tenido pocas parejas y con ellas ha sabido ser feliz, dentro de las circunstancias. Podría postularse una teoría curiosa sobre su felicidad como amante, novio o esposo: puesto que es un escritor, un novelista, un creador de ficciones, un fabulador de mentiras persuasivas que deben pasar como verdades indudables ante los ojos del lector, Barclays resuelve en el territorio literario sus desdichas y amarguras, se redime de sus derrotas y fracasos, se venga de sus peores enemigos y encuentra la manera de sanar mediante el arte, expresándose artísticamente, escribiendo. No acude entonces a un siquiatra o terapista de parejas, ni procura sanar sus heridas amando más o amando menos a su pareja: lo que hace, cuando está insatisfecho, descontento, frustrado, cuando le parece que su vida debería ser mejor, es sentarse a escribir, tramar ficciones, vivir otras vidas más completas, más ricas, más aventureras y espléndidas.

De manera que Barclays ha sido muchas veces infiel a su pareja, a sus parejas, pero sólo en el campo azaroso de su inventiva y su imaginación. Fabulando, escribiendo, se ha permitido ser otro, ser otros, ser otra, ser otras, y entonces ha amado con la fuerza ingobernable de las pasiones volcánicas. Luego ha apagado la computadora, ha vuelto a la cama y ha sido un amante manso, obediente, agradecido. En la ficción, es un donjuán; en la realidad, una mascota.

Con su primera pareja estable y prolongada, que fue además su esposa, que fue además la madre de sus hijas, vivió en Washington, donde se casaron y fueron...

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