En empresas mixtas, mejor mantener la política al margen

La confiscación de más de la mitad del paquete accionario de YPF a Repsol y el debut de Miguel Galuccio, flamante CEO de la compañía, con un plan estratégico en el horizonte, marcaron el punto de partida de la nueva gestión de la petrolera. Tras la irrupción cinematográfica de los funcionarios de la intervención en la torre de Puerto Madero, empieza a tomar forma una empresa mixta, con parte en manos del sector público y una menor en poder de privados.La inauguración de la nueva etapa dejó flotando la incógnita de cómo será la convivencia del Estado con los dueños privados en la constituida sociedad anónima de derecho privado, pese a tener un accionista público mayoritario. Más allá de las formalidades, ¿cuál debería ser el camino para que los tiempos de la política no condicionen el funcionamiento de la compañía? La promesa al pie de los atriles fue de profesionalismo y eficiencia desde el anuncio de la expropiación. El propio Galuccio lo repitió en su primer discurso ante los trabajadores neuquinos, que hizo eco en la intranet de las máquinas en Macacha Güemes.Diego Bunge, del estudio Bunge, repara en la armonía societaria: "El desembarco abrupto de un miembro en una sociedad sin consentimiento previo de los demás produce un trauma. Y si la sociedad se convierte en una bolsa de gatos, la performance de la empresa se ve afectada". En el caso de YPF, dice, el nuevo controlante no debe avasallar los derechos existentes entre los socios, aunque, advierte, el estatuto puede ser reformado.¿Qué grado de libertad habrá en YPF para llevar a cabo una gestión no contaminada por una injerencia política que la desvíe de lo eficiente?", se pregunta Marcelo Celani, director de las licenciaturas en Economía Empresarial y Administración de la Universidad Di Tella. "Paradójicamente, la única forma de mantener lo político a raya es con voluntad política, pues no hay marco jurídico que proteja contra eso"...