Empresas en busca de comunión

Ni dar al pobre el pescado ni enseñarle a pescar. Ir a pescar juntos es la consigna que marca la dinámica de un grupo de empresas -algo más de 800 en todo el mundo- que adhieren a la "economía de la comunión". ¿De qué se trata? De un movimiento económico y social en el que las compañías deciden libremente compartir sus beneficios. La manera concreta de hacerlo es dividiendo las ganancias para llevar recursos a tres objetivos: la promoción de personas en situación de vulnerabilidad; la formación humana para "la cultura del dar y de la reciprocidad", y la reinversión en la propia actividad, para lograr incrementarla.

"Las empresas también se comprometen a llevar un management de la comunión, según el cual las decisiones estratégicas apuntan no sólo a un aumento de la productividad, sino a la promoción de relaciones humanas significativas, no instrumentales, dentro y fuera de la organización", explica Florencia Locascio, que integra la Asociación de Economía de la Comunión (EDC) en la Argentina. Nuestro país tiene cerca de 40 empresas adherentes y un polo industrial en una zona rural, cerca de la localidad bonaerense de O'Higgins, donde funciona una Mariápolis, que es una comunidad católica del Movimiento de los Focolares. El proyecto de la economía de la comunión nació en Brasil a principios de los 90, al amparo de este grupo de personas creyentes. Fue la forma que encontraron de llevar a la actividad empresaria el objetivo de vida basada en la fraternidad que se proponen.

"En la práctica se ven distintos tipos de ayuda", cuenta Locascio, que agrega que "más allá del número de empresas, es importante la repercusión cultural" de este movimiento. "Se realizaron más de 300 tesis sobre el tema en el mundo; se abrieron escuelas y cursos de economía civil y de la comunión; hay escuelas de verano y workshop para jóvenes, y en nuestro país...