¿Empresarios a riesgo o acomodo?

El fortalecimiento de nuestras castigadas instituciones debe cubrir un amplio espectro que abarque en su conjunto al sistema democrático dentro del cual el sector privado ocupa un espacio relevante. Denuncias e investigaciones que salen a la luz por estos días sobre la era kirchnerista dejan atónita a la sociedad cuando dan cuenta de episodios originados en una conveniente e interesada política de desactivación de los órganos de control que se sumó a la inoperancia, cuando no a la complicidad, de muchos jueces federales y que siempre han contado con el coprotagonismo de una parte del sector privado.

No se trata sólo de señalar el indiscutible peso de las contrapartes en todos los episodios de corrupción. También debemos lamentar la degradación del rol de una porción del empresariado que contribuyó a este estado de cosas con excusas que, aunque puedan resultar comprensibles, lejos están de ser aceptables y por lo tanto no lo justifican. Frente al avasallamiento de la libertad requerida para hacer negocios cuando una maraña de controles, regulaciones y subsidios sometió bajo alguna forma de dependencia de los burócratas de turno a todos los sectores, esta porción, salvo honrosos sectores y algunas excepciones, bajó la cabeza, aceptó con aviesa intención y silenciosamente semejantes reglas de juego y buscó de qué manera podía obtener de ellas algún beneficio de corto plazo. Se comportó más como un cortesano en busca de la ventaja regulatoria que como un emprendedor que, por definición, asume tomar decisiones en un entorno de riesgo según reglas sensatas y predecibles. La desorbitada intervención regulatoria, los papeleos y las autorizaciones que hay que procurar, en despachos oficiales llenos de trámites que esperan una firma que los privados necesitan como el aire, corrompen así el escenario natural. Las entidades gremiales empresariales, por lo general, contribuyeron y se acomodaron a ese estado de cosas, y poco hicieron para denunciarlo en pos de su modificación. Las más importantes aceptaron inclusive que las autoridades les fueran digitadas desde la Casa de Gobierno.

En tiempos en que muchos ejecutivos de empresas se llenan la boca anunciando todo tipo de iniciativas según el concepto de responsabilidad social empresaria, todas ellas muy loables, cabe también preguntarse si la vigencia de las instituciones que permitía el desarrollo de la actividad privada propia de la libre empresa no era un bien social del que valía la pena ocuparse...

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