Emperador de barro

Visto en perspectiva histórica estaba algo errada Cristina Kirchner cuando en sus días de presidenta, entre innumerables frases desvariadas que despertaban críticas y risas, se autopercibía como "una arquitecta egipcia". Si hubiera profundizado en la historia del Imperio Romano cuando cursaba el secundario, hoy se autoproclamaría Diocleciano , aquel personaje que loteó su autocracia y la convirtió en una tetrarquía al designar a tres emperadores -Maximiano Hercúleo ("el subordinado", según sus propias palabras); Constancio Cloro, en Occidente, y Galerio, en Oriente-. A los tres les dio el rango de emperadores, pero Diocleciano se reservó para sí la última palabra y la última decisión. Todo es tan parecido a la actualidad argentina, aunque aquello sucedió entre 284 y 305.

Sí, pasaron 1716 años, pero con los resultados de las PASO, nuestra Diocleciano alumbró su tetrarquía para remontar la performance en las urnas. Le quitó poder a Alberto Fernández (la versión criolla de Maximiano Hercúleo), que promociona cerveza artesanal en barrios humildes del conurbano, anda en sulky por Tucumán o reitera promesas vociferadas en la campaña de 2019 pero no corporizadas, y sumó al imperio kirchnerista a Juan Manzur y a Aníbal Fernández . Querido lector, decida usted quién de este binomio merecería ser Constancio Cloro o Galerio.

Sin embargo, el mejor discípulo del auténtico Diocleciano (el padre del control de precios) es el recién llegado a la Secretaría de Comercio, Roberto...

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