Embelleciendo a Máximo, al país y al mundo

Paren el país que ya no aguanto más. No es que esté mal (nunca estuve mejor), sino que me mata el ritmo frenético de los acontecimientos. No alcanza el tiempo para asimilar todo. Por ejemplo, me da lástima que los grandes anuncios se superpongan tanto. Inauguraciones, teleconferencias, defenestración de De Vido, pesificación voluntaria de los ahorros de la señora, pesificación compulsiva de las migajas de Aníbal hasta dejarlo en la indigencia, más inauguraciones, cadenas nacionales, reforma del Código Civil con pesificación de deudas, conato de marcha atrás en la pesificación de deudas por el escándalo que se armó, lanzamiento del 4°, 5°, 6° (no sé, ya perdí la cuenta) plan hipotecario...

Les pido a los opositores que sean sinceros y reconozcan, al menos, que Cristina es la mejor anunciadora de todos los tiempos. Descubrió que las promesas no están hechas para ser cumplidas, sino para ser superadas por otras promesas. Era tan simple y nadie lo había visto: esperanza mata desilusión.

Y como si esto fuera poco, el sobresalto de la operación de Máximo. Todo fue extraño y mágico a la vez. Por de pronto, uno imagina que la Presidenta y el jefe de La Cámpora hablan de los grandes asuntos de Estado. Nada que ver. Son diálogos muchos más domésticos y entrañables. Máximo, el gran administrador de la familia, la reprende por pesificar sus tres millones de dólares sólo porque se lo pidió un relator de fútbol, y ella, como buena madre, le dice que no puede ser que esté todo el día tirado en un sillón jugando a la PlayStation . El le dice que le duele la rodilla, y ella, a punto de subirse al avión, le promete que si cuando llegue a Buenos Aires le sigue doliendo, vuelve a buscarlo. ¿No es una escena re tierna?

El le habla de que va a una operación, y ella, pensando en que otra vez se escapa a una casa de cambio, le dice que ni se le ocurra moverse. El, asustado, le pregunta si lo van a llevar a un hospital público, y ella le contesta que "con la salud no se jode". El le dice que no sea mala y le deje llevar la Play . Ella, para cambiarle el tema, le pregunta cómo van las clases de oratoria que está tomando. El responde con una grosería, lo que demuestra que la instrucción no está muy avanzada.

Lo demás es conocido. El vuelo de la señora a Buenos Aires y, a los 5 minutos de llegar, la vuelta a Río Gallegos a buscar a Maxi; los escrúpulos de Cristina por los 70.000 dólares que le iban a costar al Estado las idas y vueltas con el Tango 01 (se necesitaba...

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