Elogio del pluralismo sensato

Mientras el cristinismo procuró quedarse con todo el poder, la configuración de la política entre nosotros fue binaria: de un lado, la Presidenta trataba de consolidar un poder pretendidamente omnímodo y, del otro, la oposición la resistía. Pero ahora que el cristinismo ha iniciado, aunque de mala gana, una retirada al parecer inexorable, irrumpe otra configuración del poder que podríamos denominar "pluralista" porque son varios los partidos que aspiran simultáneamente a ocupar el lugar de Cristina. Esta súbita multiplicación de los protagonistas se registró, por ejemplo, , en alianza con Pro y el Frente Renovador, y en Santa Fe, con la victoria de Pro.

Que el país haya pasado de una estructura binaria a otra pluralista es sin dudas un progreso de la democracia, porque será más difícil intentar, a partir de aquí, el retorno del autoritarismo que tanto nos ha tentado a los argentinos. El ideal sería en tal sentido un sistema político de dos, tres o a lo sumo cuatro partidos capaces de rotar en el poder, reflejando así las cambiantes preferencias de sus votantes.

Hay, de todos modos, una considerable distancia entre estos dos sistemas. En tanto uno de ellos se limita a una perspectiva bien limitada, de "A" o "B", digamos, el otro se abre a más alternativas. Pero si el pluralismo se excediera, también podría caer en el caos de la multiplicidad. La elaboración de un sistema de partidos ideal debiera equivaler a una fórmula de sentido común producto de una larga experiencia, en virtud de la cual, los protagonistas evitaran caer en los extremos contraproducentes del autoritarismo y de la dispersión.

La concreción de este ideal intermedio, a mitad de camino entre la gobernabilidad posible en un marco de moderación y de buen sentido, abriría las puertas de la eficacia de la gestión en un país como el nuestro, proclive a los excesos contrapuestos de un idealismo excesivo y de un pragmatismo que a veces linda con el cinismo. Pero, a la vista de nuestra experiencia en esta materia, que exhibe una curiosa mezcla de metas idealistas manchadas al mismo tiempo por el lodo de la corrupción, la prudencia debería guiar nuestros pasos.

Ciertas condiciones, también extraídas de la experiencia y del sentido común, deberían guiarnos. El legislador tendría que soslayar, por lo pronto, la ambición de convertirse en un nuevo Licurgo. Así como el juramento hipocrático prohíbe al médico, por lo pronto, hacer el mal, el legislador contemporáneo debiera esquivar, por...

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