Elogio de la corrupción

"La corrupción no quita lo bueno de un proyecto político."

(De la periodista Julia Mengolini, al referirse al kirchnerismo.)

Apenas salió de sus labios, la frase de la colega despertó ácidas polémicas en una semana dominada por el tema de la corrupción aquí y en Brasil. Y sin embargo, sus palabras encierran una verdad tan irrefutable como difícil de aceptar.

La corrupción de un gobierno no necesariamente le impide realizar algo bueno. Al contrario, puede impulsarlo a hacer algo bien pues así se asegura la permanencia en el poder para seguir robando.

Como las décadas menemista y kirchnerista nos formaron en la dura escuela del "roban pero hacen" y de una corrupción que no perdona ámbitos y se volvió estructural, es raro que nadie entre nosotros se animara a salir en su defensa.

Antecedentes sobran. En 1705, Bernard Mandeville, un precursor del liberalismo económico, planteó satíricamente en La fábula de las abejas que el altruismo genera pobreza, mientras que los vicios multiplican las fuentes de trabajo.

En esa línea, el escritor francés Gaspard Koenig publicó en 2009 Las discretas virtudes de la corrupción, donde afirma que los corruptos aman el poder, "son gente de equilibrio, negociadores", y atribuye a Silvio Berlusconi una confesión: "O entraba en la política o terminaba preso". La amenaza de la prisión obliga a los corruptos a conservar su poder político para evadir la Justicia, que aquí se deja evadir cuando se trata de la corrupción del gobierno de...

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