Electrificado, más rápido y con flota 0 km, el tren Roca volvió a Quilmes

La larga espera de los vecinos del sur del conurbano comenzó a hacerse realidad. Después de más de tres décadas de escuchar promesas incumplidas, finalmente llegó el servicio eléctrico al ramal del tren Roca a La Plata. Las modernas formaciones aún no cubren todo el recorrido, pero desde ayer 120.000 usuarios a diario pueden disfrutar de la renovada flota entre Constitución y Quilmes.

"¡Es otra cosa!", dijo María Elena Alonso mientras viajaba, por primera vez, en un iluminado y pulcro vagón. A su alrededor, la gente se sacaba selfies con la nueva formación celeste como fondo.

De los viejos trenes diésel sólo quedaban recuerdos. Cada pasajero que ascendía ayer no podía evitar comparar los coches 0 km con sus predecesores. El primer impacto era el aire acondicionado. Justo en una jornada agobiante, la diferencia era notoria. "¡Qué lindo está acá adentro!", resaltó Alonso, entusiasmada. La mujer recordó que, antes, "era un asco. Cuando hacía calor como hoy, se te pegoteaba la ropa".

Otra usuaria coincidió. "Se viaja muy bien", aseveró. Una vecina de Quilmes expresó su deseo de que los coches no fueran vandalizados, al igual que casi todos los consultados. La conversación con LA NACION se interrumpió cuando la señora se sorprendió al ver que el tren ya llegaba a Constitución. "¡Qué rápido hicimos!", agregó, contenta. Desde que ascendió a la formación hasta que llegó a la estación terminal demoró 25 minutos, "unos 10 o 15 menos que antes". Bajó del tren y también se fotografió con la formación de fondo.

Los flamantes trenes eléctricos, de fabricación china, son silenciosos. Ya no se oye el traqueteo constante de las añejas formaciones. Los únicos sonidos que acaparan el espacio provienen de las alarmas que indican que se están por cerrar las puertas y de los parlantes por los que se anuncian las estaciones. El sistema no es novedoso porque ya funciona en otros ramales, pero los vecinos del sur del conurbano lo viven como un avance concreto, tras tantos años de espera. "Me encontré con que el tren funcionaba y quería ver cómo era. Es muy agradable viajar así", dijo Laura Lamea.

Carlos intentaba explicarle a Lautaro, de 5 años, que ya no se podía viajar con las puertas abiertas. Atrás quedaron los estribos donde decenas de personas se amontonaban para trasladarse. En esos espacios donde el viento se hacía sentir en el rostro, había riesgo de que los pasajeros cayeran a las vías; también era la salida por la que los ladrones escapaban luego de...

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