Por qué la elección presidencial que empieza mañana es la más difícil de Italia

Sergio Mattarella (izq.), el presidente saliente, y el primer ministro Mario Draghi (der.), uno de los favoritos para la elección

ROMA.- Decir que Italia está en vilo es poco. Mañana a las 15 locales (las 11 de la Argentina), 1009 "grandes electores" -senadores, diputados y delegados regionales- comenzarán el ritual solemne para elegir al nuevo presidente de la República, el cargo institucional más importante del país, regido por una democracia parlamentaria. En medio de inmensa incertidumbre, lo único que se da por seguro es que habrá "fumata negra", ya que se descuenta que en la única votación que tendrá lugar este lunes en el Parlamento -que es secreta-, ningún candidato logrará obtener los 673 votos necesarios para ser electo, es decir, una mayoría de dos tercios.

¿Por qué? Porque el Parlamento está totalmente dividido y ni la centroderecha ni la centroizquierda tienen los números para imponer su candidato. Justamente por esto y porque, debido al Covid y a la necesidad de desinfectar el hemiciclo después de la votación, se decidió que habrá un solo escrutinio por día. Por lo que se cree que el juego verdadero comenzará el jueves. Ese día tendrá lugar la cuarta votación, en la que ya no hará falta una mayoría de dos tercios, sino una mayoría absoluta, es decir, 505 votos.

En vísperas de una cita crucial para el futuro de Italia, pese al paso al costado que dio ayer el exprimer ministro y magnate, Silvio Berlusconi , "por responsabilidad nacional", seguían en alta mar, sino estancadas, las negociaciones políticas para encontrar un candidato de consenso y alto perfil para suceder a Sergio Mattarella, cuyo mandato de siete años vence el 3 de febrero.

Berlusconi dio de baja su sueño presidencial

Aunque desde hace meses circulan nombres de todo tipo y el gran favorito es el del actual primer ministro, Mario Draghi, economista de inmenso prestigio y expresidente del Banco Central Europeo que hace menos de un año fue llamado al timón del país para salvarlo de la debacle provocada por la pandemia, nadie tampoco se atrevería a apostar por él. Una elección de Draghi a presidente, en efecto, significaría el fin de su heterogéneo gobierno de unidad e implicaría que las fuerzas políticas que hasta ahora lo apoyaron acordaran dar vida a un nuevo ejecutivo, algo aún más difícil.

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