Economía, ortodoxia y heterodoxia

Los mejores economistas, luego de pasar por la función pública, terminan haciendo cursos de posgrado en ciencias políticas. En el fondo, todos son ortodoxos, pues saben dos o tres verdades sencillas de la escuela secundaria. Por ejemplo, que el bienestar general en una democracia liberal, con economía capitalista exige una proporción armónica entre sector público y sector privado; que el primero brinde con eficiencia las prestaciones que se esperan del Estado y el segundo sea competitivo, para satisfacer con trabajo, impuestos y bajos precios, las expectativas de la sociedad en su conjunto.

Para ello, bastaría con evitar que el clientelismo y la corrupción desvíen a bolsillos privados los fondos que se aportan para el esfuerzo colectivo, como el empleo redundante y las contrataciones amañadas. A su vez, el sector privado requiere reglas de juego estables y duraderas para una sana competencia, sin bolsones de privilegio ni ganancias inmorales con la excusa del empleo.

Parecería simple hacer fluir la economía como un río apacible que dimana prosperidad en su curso hacia el mar. Un Nilo productivo, generando riqueza en sus dos riberas. Pero la realidad es otra. En la Argentina, el río se encuentra obstaculizado por múltiples rocas bien asentadas en su lecho, que le obliga a fluir como puede. Los factores de poder, los intereses creados, las ideologías y la lucha política transforman en heterodoxos a los más dogmáticos. Hace 70 años que la cancha está marcada y nadie, ni civiles ni militares, ha sabido, podido o querido traspasar esos límites.

Ser heterodoxo es políticamente correcto, pues implica reconocer de antemano las marcas de la cancha y que la palabra eficiencia se borrará del léxico oficial. Su dogma es "la economía al servicio de la política", sin sacar los pies del plato, conforme lo dictan los padrinos del proteccionismo, del clientelismo estatal y del unicato sindical.

El Gobierno heredó un país descompensado, con enorme déficit fiscal y un sector privado poco competitivo, salvo el campo. Las industrias tienen serias dificultades para reconvertirse, por inexistencia de un mercado de capitales e incertidumbre por temor al retorno populista. Los extranjeros comparten estas prevenciones.

El esfuerzo por reducir costos, que es la llave para el crecimiento del sector privado y la sustentabilidad del sector público, se limita a negociaciones caso por caso, como ocurrió con el convenio colectivo para Vaca Muerta, la reforma a las ART o la...

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