Drogas y despenalización: otra cortina de humo

No es la primera vez que el gobierno nacional intenta por medio de sus representantes en el Congreso avanzar en una ley de despenalización del consumo de drogas. Y, precisamente, porque no es la primera vez, la pregunta que vale hacerse es por qué se insiste en una cuestión que no encuentra consensos en nuestra sociedad, ni siquiera dentro del propio bloque del oficialismo, que, en esta oportunidad, cuenta con el visto bueno de la Presidenta para flexibilizar la actual legislación. Para ello, Cristina Kirchner encargó al sacerdote titular de la Sedronar, Juan Carlos Molina, que trabaje en la propuesta con la indicación de que quiere verla convertida en ley antes de fines del corriente año.No quedan muchas otras interpretaciones en torno a semejante urgencia, que no sean generar otra densa cortina de humo que tape, o al menos disimule, la grave caída del empleo y de la producción; el constante agravamiento de la situación penal del procesado vicepresidente de la Nación; la absurda pelea con los holdouts basada en el desconocimiento por parte del país de los contratos que él mismo suscribió; la creciente inflación; la inseguridad; los aprietes e intentos constantes de sometimiento a ciudadanos, empresarios, periodistas y medios de prensa, y, muy especialmente, el procesamiento por parte de la justicia de ex funcionarios kirchneristas de primera línea, acusados de haber ingresado en el país materias primas destinadas a la fabricación de drogas, a las que dieron un destino distinto del declarado oficialmente, valiéndose incluso de contactos telefónicos que complican hasta a la propia Casa Rosada.Ese sentido oportunista, habitual en el kirchnerismo, se remonta también a la elección del padre Molina como titular de la Sedronar, tras nueve meses de haber mantenido acéfala esa secretaría cuya finalidad es combatir el cada vez más extendido flagelo de la droga en el país. Cristina Kirchner lo ungió tardíamente, recortándole facultades, y como respuesta inmediata a un crítico documento de la Iglesia que denunció el avance del narcotráfico y la complicidad del Estado.No puede esperarse más que un nuevo fracaso de una eventual ley de despenalización si el Gobierno sólo la entiende como un remozado intento por recuperar la iniciativa política y no como un debate de fondo que el país merece darse en torno a las principales víctimas de las adicciones a las drogas: los jóvenes y sus familias, a quienes la liberación de su uso sumirá aún más en el infierno del que el...

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