El drama argentino: la falta de credibilidad en sus gobernantes

Los mercados de capitales a nivel global actúan más en función de la percepción del riesgo crediticio que poseen los inversores con respecto al emisor de deuda que a la realidad misma de dicho riesgo. Es por eso, que la palabra madre de todo análisis financiero es: credibilidad. Es decir, la confianza pura que tiene un inversor en el deudor ya sea a través de una inversión de renta fija (bonos) o de renta variable (acciones).

Analicemos esto en detalle para la situación de nuestro país. Los inversores, tanto extranjeros como domésticos, no consideran que el riesgo argentino sea político, lo que consideran es que existe una falta absoluta de credibilidad en nuestros gobernantes, y lo más preocupante es que este es un fenómeno de larga data.

La credibilidad de un país se construye cuando existe una diferencia muy clara entre las palabras Estado y gobierno, y donde cada medida de gobierno es para fortalecer las instituciones del Estado. La credibilidad está solidificada por una división independiente de los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo. La credibilidad se construye, además, con una independencia absoluta entre el Poder Ejecutivo y el Banco Central.

Ahora bien, ¿cómo se traduce esto al día a día a la economía que afecta a todos los argentinos?

Para empezar, es muy importante entender que si el gobierno posee más gastos que recursos genuinos eso genera un déficit primario; y como en las economías caseras, cuando el sueldo no alcanza para cubrir los gastos de la casa o se reducen los gastos o se pide un préstamo para poder mantener ese nivel de erogaciones. Ahí tenemos el problema perpetuo de la Argentina, que es vivir de lo prestado.

Argentina no va a ser un país creíble hasta que sus gobernantes no se concienticen acerca de la necesidad de primer orden de generar superávits primarios. Esto significa, gastar menos de lo que se recauda. ¿Es fácil? Claramente no; pero es ahí donde el Estado tiene que estar por encima del Gobierno y éste último generar las reformas necesarias de carácter impositivo, previsional y laboral para poder poseer una estructura de gastos más flexible y acorde al nivel de ingresos del país.

Por otro lado, ¿es malo tomar deuda? La simple respuesta es: ¿cuál el propósito o destino de los fondos generados por esa deuda? Si la deuda que contrae el gobierno es para un proyecto de inversión o para refinanciar deuda pasada, es bienvenida. No es el caso de la deuda que se contrae para cubrir gastos ordinarios...

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