Dos contra el mundo

NUEVA YORK.- Ninguno de los dos pertenece a una generación dorada. Don Draper era demasiado joven para pelear contra los nazis en Europa y Walter White era apenas un chico en los 60, cuando sus hermanos mayores descubrieron (y mezclaron) sexo, rock y política.Draper creció a la sombra de los héroes de la Segunda Guerra Mundial y se hizo adulto en la prosperidad suburbana de los años de Eisenhower, un mundo del que se convirtió en un intérprete experto. Sus primeras campañas, como director creativo de Sterling Cooper, compensaban el comercialismo de la época con un componente nostálgico: lo mejor de nosotros, decían sus comerciales, está en nuestra niñez. Cuando lo conocemos, en la primera temporada de Mad Men, Draper está en el techo de su creatividad: colegas y clientes lo veneran como si tuviera una poción mágica. El segundo episodio de la quinta temporada, que HBO estrenó en abril y vuelve a emitir desde la semana que viene, lo muestra en un mundo nuevo. Buscando una canción para un cliente que pidió a los Rolling Stones, uno de sus empleados le pone otro disco (los Stones no licenciaban sus canciones) y Draper, que la semana anterior había cumplido 40 años, gruñe: "Estas canciones suenan todas iguales". El mundo estaba cambiando; Don, como casi todos nosotros, quería que cambiara lo más despacio posible.White, en cambio, el protagonista de Breaking Bad, cuya quinta temporada empieza este mes por AXN, creció a la sombra de la generación del baby boom, cuyos gustos culturales han marcado el último medio siglo en buena parte de Occidente.Fue adolescente a fines de los 70, el reverso amargo y resentido del combo sexo, rock y política, y se hizo adulto durante la euforia bursátil de los años de Reagan. En los 90, como muchos de sus contemporáneos, pudo hacerse millonario con un emprendimiento tecnológico. Pero un triángulo amoroso, del que no tenemos todavía todos los detalles, lo sacó de la compañía: vendió sus acciones, que después valdrían millones, por 5000 dólares.Esta inadecuación generacional presiona desde siempre sobre los hombros de Draper y White. Draper (Jon Hamm), tan seguro de sí mismo, desdeña en un episodio reciente el giro de la publicidad hacia la ironía y el humor, que serán fundamentales en las décadas siguientes. Él no lo sabe, pero quizá sospecha que está perdiendo su capacidad para leer las preferencias de sus compatriotas. Estas últimas temporadas lo hemos visto más doméstico que cazador, hechizado y confundido por una mujer más...

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