Dos hermanos unidos por un paquete de galletitas

Un paquete de galletitas. Éste es el signo visible que une a Julio Ponieman con su hermano Guillermo, que padece una severa discapacidad mental. Detrás de eso, y gracias a mucho amor y dedicación, se fue forjando una relación que va más allá de las palabras.

"No puedo explicar el vínculo con mi hermano porque yo creo que él no sabe quién soy yo. Para él soy el de las galletitas. Una vez me aparecí con un paquete de galletitas dulces y le gustaron. Y mientras dure el paquete de galletitas, dura el amor. Cuando se termina, no me conoce. Una vez probé venir sin galletitas y me echó. No lo volví a intentar. Me ve y hay una conexión visual que antes la negaba y hoy la veo", dice Julio, actual presidente de Checar, institución en la que vive su hermano desde hace 50 años y que sus padres ayudaron a fundar.

En el jardín de esta entidad ubicada en La Reja, a dos kilómetros de Moreno, Guillermo está acostado sobre el pasto, bajo un árbol. Mientras tanto, Julio hamaca a otra de las residentes del hogar que hoy recibe a 55 personas con discapacidades mentales leves, medias y severas.

"Tengo tres hijos y soy abuelo. Cuando era chico nunca pensé que me iba a pasar eso. ¿Qué más puedo pedir? Siempre tuve mucho miedo durante los embarazos de mi mujer y eso que lo de Guillermo no es congénito, fue mala praxis durante el parto", confiesa Julio.

"No es fácil"

Para él no es fácil tener un hermano con discapacidad, pero recién ahora se le está haciendo menos difícil ese camino. "Uno se siente un poco culpable. Gracias a Dios mis padres tuvieron dos hijos más, además de Guillermo y de mí. Se aprende también, te hace más sensible y entendés mejor a las otras personas. Igual mejor que no te pase. Ahora por lo menos puedo venir habitualmente a Checar. Hubo momentos en los que no podía estar acá", agrega Julio.

Cuando nació Guillermo, hace 56 años, sus padres no sabían qué hacer. No encontraban respuestas. Viajaron a ver a los mejores especialistas en los Estados Unidos, que les dijeron que no iba a superar el año de vida. "En ese entonces no sabíamos nada sobre la discapacidad. Pero fuimos aprendiendo. Y no nos resignamos. Junto a un grupo de padres comprometidos abrimos este lugar en 1972, para darles a nuestros hijos la contención y el tratamiento que nosotros no podíamos ofrecerles", dice Ernesto Ponieman, fundador de Checar.

Allí, Guillermo aprendió a agarrar solo la cuchara, tiene...

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