Dólar y volatilidad política: un cóctel indigerible

Mientras buena parte de los argentinos miraban las pizarras de las casas de cambio y veían cómo el dólar trepaba hasta 23 pesos, el jueves pasado, un alto funcionario de la Casa Rosada no podía disimular cierta ambigüedad. Por un lado, aseguraba que la situación cambiaria era preocupante aunque, a la vez, controlable. Pero ofrecía también un indicador de la caída de expectativas en que el volátil escenario ha sumido a quienes toman decisiones. Para junio próximo, todo el gobierno nacional esperaba que el influyente banco de inversión Morgan Stanley mejorara la calificación de la Argentina desde la categoría de economía de frontera a la de economía emergente, una posición que el país había perdido desde que la gestión de Cristina Kirchner impuso el cepo cambiario. El tan esperado ascenso, que habilitaría a importantes inversores institucionales a incluir en sus portafolios acciones y bonos argentinos y sería una clara señal de confianza en el país, se vio postergado el año pasado ante la duda de la calificadora de riesgos de que las reformas impulsadas por Mauricio Macri fueran irreversibles. Y hoy, después del cimbronazo cambiario local y de las dudas políticas por el probable triunfo parlamentario de la oposición en la cuestión de las tarifas, nadie puede asegurar que la Argentina vaya a mejorar su calificación en lo inmediato.

La volatilidad de la política argentina sorprende a propios y extraños. Hasta hace menos de dos meses, se discutía quién podía acompañar a Macri en la fórmula presidencial en 2019 y hasta se tejían conjeturas sobre si su sucesor en 2024 podría ser María Eugenia Vidal, Marcos Peña u Horacio Rodríguez Larreta. Lejos de quienes se encandilaban con la luz de un fósforo, ahora apenas se debate cómo llegar a octubre del año próximo.

El economista y titular del Banco Nación durante la primera parte de la administración macrista, Carlos Melconian, bautizó como Plan Perdurar la estrategia del Gobierno para retener el poder el año próximo. Lo caracteriza como un triángulo equilátero con un vértice político, uno financiero y otro económico, que básicamente requiere un peronismo dividido y desdibujado, que el país consiga unos 30 mil millones de dólares anuales para financiarse y el cumplimiento de modestas metas de crecimiento económico y descenso de la inflación, sin esperar reformas más profundas. Aunque no hay funcionarios macristas que admitan públicamente la existencia de este plan, no faltan referentes entre los aliados...

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