La doctrina del 'manotazo' al Estado

El estado y el otorgamiento de algunas indemnizaciones

Una expresidenta le reclamó al Estado un retroactivo de 120 millones por una doble pensión que le asegura, además, un ingreso mensual de 2,5 millones de pesos. Un periodista que se reivindica a sí mismo como "militante" también le hizo juicio al Estado, por dejarlo supuestamente sin trabajo cuando el gobierno anterior levantó 6,7,8 . Acaba de conseguir, con llamativa velocidad, un fallo que le asegura el cobro de 15 millones de pesos, más 3,5 millones a su abogado (a la sazón un allegado al poder) y casi un millón a su perito contable. Al mismo Estado, una actriz que también ha sido parte del oficialismo le cobrará, tras un reclamo tardío, una indemnización de 11,4 millones por haber tenido que exiliarse en la década del setenta, aunque haya sido antes del golpe de Estado. Cada reclamo ha encontrado, sin duda, resquicios legales, con fundamento en la letra de algún contrato o un decreto, alguna ley o resolución. Sin embargo, parecen expresar -más allá de tecnicismos en uno u otro expediente- una concepción que, por un lado, declama el "Estado solidario" y, por el otro, recurre a una ética del "manotazo", en la que las arcas públicas se conciben como un barril sin fondo al que siempre se les puede sacar una tajada.

Cada expediente es distinto, pero todos remiten a una cultura similar y están impregnados de la misma ideología. Serían casos individuales si no expresaran un patrón común. A la hora del discurso, se habla del Estado "para todos y todas" mientras se califica de "buitres" a los acreedores que quieren cobrar, y de "voraces" a los que defienden ganancias obtenidas con su propio riesgo y esfuerzo. A la hora del interés personal, toda causa se vuelve "justa" y no importa cuánto le cueste al presupuesto público. Se repudian las deudas cuando son con otros; se las ejecuta sin contemplaciones cuando el acreedor es uno. La desigualdad resulta obscena: mientras miles de jubilados mueren sin que se les reconozcan las sentencias contra el Estado por el 82 por ciento móvil, otros reclamos se resuelven con llamativa celeridad y con curiosa generosidad. En las causas de los amigos, el Estado parece mal abogado de sí mismo: no apela, no discute, no regatea ni demora. Y responde con "mano suelta" aunque se trate de cifras exorbitantes.

Los casos que han adquirido notoriedad en los últimos meses revelan la hipocresía con la que muchas veces se concibe al Estado: por un lado, se lo reivindica...

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