Una distorsión llamada Cristina

A pesar de que Aristóteles es considerado el antecesor remoto de la democracia moderna, su régimen político ideal distaba mucho de ser democrático. Ese lugar estaba ocupado por la monarquía. Es cierto que el filósofo formula su tesis en una forma bastante curiosa, que puede pasar desapercibida. Dice que si existe un ciudadano que destaque claramente por sus virtudes respecto de sus pares, al punto que sus condiciones sean superiores al conjunto social, ese ciudadano debe ejercer el gobierno de la ciudad. No puede estar sometido a la ley: él mismo es la ley.

Aristóteles agregaba un giro inquietante: en caso de que los ciudadanos de una democracia no estén dispuestos a cederle la suma del poder a alguien que sobresale netamente por virtud, riqueza, relaciones o fuerza, es preciso condenarlo al ostracismo, porque por sus condiciones tiene el poder de desestabilizar al gobierno.

Resulta clara la indicación del filósofo. Pero... ¿qué sucede cuando ese hombre (o mujer) no solamente posee poder suficiente para gobernar en solitario sino que además se convierte en un obstáculo insuperable para el desarrollo de la comunidad que gobierna y la felicidad de sus conciudadanos? Ese gobernante se acercaría a la ominosa figura del tirano, aunque en ocasiones no es necesario tener la suma del poder, sino una proporción suficiente.

Veamos ejemplos históricos. Después de la derrota de Leipzig y la ocupación de París por parte de las tropas de la coalición enemiga, Francia parecía un país ingobernable, con Bonaparte exiliado en Elba. Su regreso triunfal se saldó con derrota militar y el destierro definitivo. Entre 1952 y 1974, la Argentina padeció el poder incontrastable de Perón, tanto en ejercicio legítimo como a la distancia. Su muerte precipitó a la Argentina al periodo más violento y oscuro de la historia reciente. Este perfil de líderes suponen un sustancial factor de distorsión política de cuya incidencia no cabe esperar efectos benéficos.

En la Argentina ese poder pertenece hoy a Cristina Fernández de Kirchner. Se da en una forma muy particular: no lo ejerce directamente sino por interpósita persona. Parece la combinación perfecta para el poderoso: tomar decisiones sin asumir públicamente sus consecuencias . Cristina está en una situación similar a la de Perón en Puerta de Hierro, pero sin abandonar el territorio. Esta primera distorsión que constituye el desdoblamiento entre poder real y representación pública tiene sus consecuencias, como el notable...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR