El discurso completo del presidente Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa en la apertura de sesiones ordinarias 2021

El discurso de Alberto Fernández en el Congreso

Querido pueblo argentino:

Siempre he sentido que esta ocasión de dar el discurso en el que rindo cuentas de lo hecho en el año que ha pasado y propongo acciones para el año legislativo que se inicia, es la oportunidad que tengo de hablarle a cada argentino y cada argentina. De decirles francamente lo que pienso. Transmitirles donde encuentro dificultades y donde están nuestras oportunidades.

Llego a este Honorable Congreso con mis convicciones intactas, mi corazón abierto para hablarles con la humildad de quien puede reconocer errores, con la satisfacción de quien puede compartir logros colectivos, con la certeza de que unidos y unidas pudimos dar pasos históricos para mitigar efectos negativos de la pandemia que aún nos asola.

Por eso este 1 de marzo vengo no sólo en cumplimiento de mis responsabilidades constitucionales, sino también a proponerles que nos tomemos un momento de reflexión colectiva. Reflexión con las distintas fuerzas políticas aquí presentes y reflexión con la sociedad argentina toda en circunstancias tan excepcionales como las que nos tocan vivir.

Hace un año vine a este Honorable Congreso de la Nación para hablar frente a ustedes y frente a todo el pueblo argentino. Aquel día, como hoy también, traía la voluntad inquebrantable de poner de pie un país que había quedado de rodillas y sumido en el pozo de la desigualdad y la pobreza por las políticas que en los años previos se habían practicado.

Sólo diez días después de aquel discurso, la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia del COVID-19, un virus desconocido para el ser humano, impiadoso para su salud, para el que no teníamos ni vacunas para prevenirlo, ni remedios para eliminarlo cuando nos atacaba.

En los días subsiguientes imágenes aterradoras recorrieron el planeta. Europa, Estados Unidos, el mundo central en pleno, era atacado por ese virus sobre el que nadie sabía y que era capaz de hacer estallar los sistemas sanitarios y, de ese modo, entregar a la muerte a cientos de miles de seres humanos.

Se inició así una crisis global, donde el mundo entero debió aprender sobre la marcha a enfrentar una situación inesperada y caótica.

Crisis en la cual el conocimiento científico para abordarla evolucionó y continúa modificándose.

Crisis que contó con muy escasos mecanismos de coordinación entre los países.

Crisis sanitaria que, en el caso argentino, coincidía con un escenario de extrema debilidad económica y social.

No estábamos en una situación cómoda. Arrastrábamos una sociedad debilitada por el hambre y la pobreza, una economía escuálida y endeudada como nunca antes lo había estado, un sistema de salud quebrado que mantenía cerrado hospitales, dejaba vencer vacunas y permitía pasivamente la diseminación de enfermedades que creíamos desterradas. Debíamos enfrentar el incendio sabiendo que otros habían acabado con el agua.

A pesar de este panorama vertiginoso y grave, y gracias al aporte solidario de millones de argentinas y argentinos, pudimos desplegar medidas sanitarias, económicas y sociales para mitigar el impacto de la inédita calamidad planetaria. Invito a todas y todos para sentirnos colectivamente reconocidos como sociedad.

La Argentina pertenece a los numerosos países donde los gobiernos hicieron todo lo que estaba a su alcance para mitigar la enfermedad y la muerte. Con el trabajo de la sociedad, de diversas organizaciones e instituciones y del Estado en todos sus niveles, hemos tenido un logro inmenso en 2020: evitamos que saturara el sistema de salud. Gracias a ese trabajo colectivo cada persona que lo necesitó tuvo atención sanitaria.

Tal vez el espanto de lo que veíamos y el tomar conciencia de lo débiles que éramos, nos dieron la energía necesaria para hacer frente a tanta tragedia. Desde el primer día tomamos decisiones y desde el primer día enfrentamos críticas. Primero los que reclamaban cuidar la rentabilidad antes que la salud. Más tarde los que negaban la existencia de la pandemia y nos acusaban de ser parte de un complot universal para mantener encerrada a la gente. Cualquier razón se volvió válida para incitar banderazos y romper los protocolos impuestos con la sola idea de deteriorar la credibilidad de un gobierno que convencido buscaba preservar la salud de su pueblo.

Nuestra voluntad inquebrantable la tuvimos entonces y también la mantenemos ahora. La lucha contra las consecuencias del coronavirus ha sido en todo el planeta más extensa de lo que inicialmente se pensó. Ni un solo día bajamos los brazos. Ni ante la inclemencia del contagio, ni ante la crítica injusta.

Sin aislamiento y distanciamiento hubiera habido mayor la velocidad en los contagios y un sistema de salud que estaba en condiciones de abandono hubiera colapsado. Cuando los sistemas colapsan, la mortalidad aumenta de manera significativa.

Este no es el logro de un Gobierno sino el de una Nación puesta de pie para superar adversidades.

Trabajamos en cada decisión con las gobernadoras y los gobernadores de las 24 jurisdicciones, a quienes aprovecho esta oportunidad para brindarles mi más sincero reconocimiento.

Incorporamos más de 4.000 unidades de terapia intensiva, lo que implicó un aumento del 47 % en la capacidad instalada. Construimos 12 hospitales modulares en tiempo récord.

Nuestros trabajadores y trabajadoras de la salud dieron un ejemplo en la frontera más expuesta de la pandemia.

Nuestros empresarios se movilizaron para brindar asistencia alimentaria de emergencia junto al Estado, organizaciones gremiales, iglesias y movimientos populares, y para impulsar la producción argentina de 3.300 respiradores.

Nuestros científicos se unieron en redes de investigación para producir kits de detección temprana, barbijos, tratamientos de la enfermedad como es el caso del suero equino hiperinmune, e innumerables aportes de todas las disciplinas.

Nuestras Fuerzas Armadas protagonizaron el operativo militar más importante desde la gesta de Malvinas, para acercar apoyo logístico, humanitario y social en los barrios más populares.

Las fuerzas de seguridad federales trabajaron articuladamente con todas las provincias y jurisdicciones, con niveles de exposición muy elevados.

Nuestros diplomáticos cooperaron para repatriar a 205 mil personas en los primeros meses de la pandemia, en el operativo de asistencia consular más grande de la historia argentina.

Las universidades hicieron una veloz transición hacia la enseñanza virtual, organizaron el voluntariado en diferentes zonas del país, contribuyeron a procesar tests y, articulando con el CONICET, produjeron contribuciones científicas muy relevantes.

Ante la necesidad de suspender las clases presenciales -situación que también se verificó en 190 países- el gobierno nacional y las 24 jurisdicciones desplegaron recursos educativos en soporte digital, papel, televisivo y radial, para estudiantes, familias y docentes.

Se implementaron medidas para acompañar a quienes contaban con tecnología y conectividad, así como a quienes, en contextos de vulnerabilidad o aislamiento geográfico, necesitaban otras opciones.

Así, el compromiso de los equipos docentes y directivos, el esfuerzo de estudiantes y la dedicación de las familias, fue inmenso.

Sé muy bien que puede resultar difícil valorar aquello que no sucedió. Es difícil porque las consecuencias más graves que evitamos obviamente no se ven. Salvo que hagamos memoria y comparemos nuestra experiencia con las imágenes tenebrosas que llegaron desde otros países.

Para todas estas argentinas y estos argentinos que han desplegado su corazón al servicio de los demás, les pido por favor que brindemos un sentido aplauso, para que se sienta nuestro reconocimiento a lo largo y ancho del país.

En este tiempo, personalmente, he sufrido con cada fallecimiento. Para mí quienes perdieron la vida en la pandemia nunca fueron números o estadísticas. Siempre fueron seres humanos, con historias personales y afectos. Otra vez, manifiesto aquí mi acompañamiento para quienes han perdido un ser querido.

Mientras el trabajo común nos convocaba a millones, debimos enfrentar a esos mismos sectores que pretendieron desmoralizar al ciudadano medio hablando también de la ausencia de una estrategia económica.

Aquel reproche fue y es definitivamente inmerecido. Junto al cúmulo de medidas sanitarias, fuimos también capaces de impulsar medidas económicas y de protección social para paliar los efectos de la inédita calamidad que atravesábamos.

Dispusimos en marzo el congelamiento de los precios de alimentos, bebidas, productos de limpieza e higiene personal.

Decretamos la creación del Ingreso Familiar de Emergencia que consistió en tres pagos de $10.000 que alcanzó a más de 9 millones de personas. Nunca en la historia argentina se había creado una política de ese alcance.

Suspendimos los cortes de los servicios públicos por falta de pago en los segmentos vulnerables de la población.

Prohibimos los despidos sin causa o por fuerza mayor. La doble indemnización ya regía desde el 13 de diciembre de 2019.

Creamos el programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción. El 70 % de quienes son empleadores en Argentina recibieron asistencia del Estado a través del pago del salario complementario a sus trabajadoras y trabajadores, préstamos subsidiados y/o reducción o postergación de las cargas patronales. El 99,5 % de las empresas asistidas fueron PyMES.

En el marco del ATP también creamos una línea de crédito a tasa cero por hasta $150.000 para las y los trabajadores independientes formales (monotributistas y autónomos). A las y los trabajadores del sector cultura, les dimos un plazo de gracia de 12 meses.

Para atender la demanda alimentaria de la población más vulnerable multiplicamos el suministro de alimentos en la red de comedores comunitarios y escolares, en articulación con las provincias, los municipios y las organizaciones sociales. Se dieron refuerzos de la Tarjeta Alimentar, la AUH y la jubilación mínima. Creció más del...

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