El discreto encanto de comprar vinilos en el Caribe

Arena blanca, palmeras, mar turquesa, hamaca paraguaya y un trago, piña colada o frozen margarita. Eso es lo que haría cualquier persona normal que tiene un rato de ocio en medio de una jornada laboral en el Caribe, ¿O no? El sábado pasado, la cobertura del Festival Barranquijazz, nos dejó un par de horas libres por la tarde. Mi amigo Jaime Andrés Monsalve, director musical de la Radio Nacional de Colombia, me dijo que me preparara. Antes de salir de excursión, Juan Carlos Garay -su coequiper del programa La Onda Sonora-, se excusó de acompañarnos y nos advirtió: "no lleven nada que pueda ensuciarse". Y nos sugirió, también, compar unos barbijos en una farmacia, de pasada, antes de llegar a nuestro destino.Lo de la playa, dijimos, es lo que haría cualquier persona más o menos sensata. Pues bien: ni Jaime, ni yo, pertenecemos a ese grupo. Así que en ese rato libre, Jaime me llevó a La Clave Musical, una fantástica tienda de vinilos, en pleno centro de la ciudad. Un sitio oscuro, bastante sucio y nada glamouroso: las únicas palmeras que podían verse estaban tapadas de mugre en las portadas de los viejos acetatos de cumbias colombianas.Si tuviera que explicarles qué es la amistad para mí, lo reduciría a ese momento de comunión melómana. Quizás porque desde niño mi papá me llevaba de la mano hasta la mítica disquería El Agujerito, en la Galería del Este. O, ya en la adolescencia, íbamos de excursión a Tower Records o a Minton´s, salir a comprar discos me pareció siempre un ritual compartido."Las ciudades son las personas", me dijo, repitió y recalcó Fito Páez, hace muchos años, cuando hicimos una nota que empezó en Río de Janeiro, siguió en Madrid y su Rosario natal, y terminó en su casa de Buenos Aires. Terminé de apropiarme de esa idea de Fito cuando llegué por primera vez a Bogotá, en 2010, para dar una charla -junto a mi padre- sobre la escena argentina en el marco del Festival de Jazz Teatro Libre.Me encontré allí con Juan Carlos Garay, periodista de la edición colombiana de Rolling Stone, a quién yo ya conocía por su preciosa novela La nostalgia del melómano, algo así como la versión latina de Alta Fidelidad, de Nick Hornby. Garay me presentó a varios colegas. Una mañana, inolvidable, nos organizaron una caza de vinilos por Bogotá. Al tour se sumaron el bajista y productor Mario Galeano, y los colegas...

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