Un dilema para el presidente electo

Ya lo decía el gran filósofo español José Ortega y Gasset: "Soy yo y mis circunstancias". En las semanas que van desde la consagración en las urnas de Alberto Fernández como nuevo presidente de los argentinos hasta su efectiva asunción al poder exactamente dentro de un mes se empieza a configurar la impronta de lo que podría llegar a ser su inminente gestión al mando del país. Como el naciente astro solar de una nueva galaxia a cuyo alrededor orbitan los demás planetas buscando su luz pero sin quemarse, el temperamento del presidente electo se expone a la vorágine que ya viene envolviendo su vida.De los humores de Fernández y de cómo pueda dominar ciertos ásperos arranques, como cabeza de un sistema verticalista tal como lo es el presidencialismo argentino, dependerá el tono del tiempo por venir: si será firme, pero integrador de las diversidades ideológicas que las urnas mostraron y, por lo tanto, más amoroso y comprensivo de las mismas o si prefiere replegarse en un discurso más sectario y rígido que solo conforme al núcleo duro de su electorado y de sus socios en el Frente de Todos. Si acaso se diera solo esta última alternativa habrá que ver cómo reacciona el 40% que votó a favor de la reelección del actual presidente y que a partir de la serie de actos que Macri llevó adelante por distintos puntos del país ha empezado a adquirir una gimnasia callejera que va mucho más allá de los esporádicos cacerolazos. Viene un tiempo en el que y tratarse mejor si no quieren terminar reflejadas en el espejo de Chile. Al flamante oficialismo le tocará dar el ejemplo, pero la nueva oposición también tendrá que ponerse a la altura de las circunstancias.El presidente electo deberá optimizar su llegada a distintas audiencias sin traicionar su esencia, pero también sin lastimar a unas para favorecer a otras, un arte que no le es ajeno. Como armador político y lobista del poder desde hace tanto tiempo tiene la suficiente experiencia, plasticidad y temple para lograrlo. Falta saber si tiene la voluntad de hacerlo.Solo para poner un ejemplo bastará recordar cómo con pocas horas de diferencia en un mismo día, el viernes 1º, acarició oídos rancios con su ofensiva desopilante, banal y con olor a naftalina hacia entrañables personajes de dibujos animados norteamericanos amados a nivel planetario, y un rato después mantenía una cordial conferencia telefónica con el presidente Donald Trump.Es el enorme desafío del tiempo histórico en que le tocará gobernar: un...

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