Entre dictadores y chocolates, qué flor de campaña

Sergio Massa

Típico de un año de elecciones presidenciales: las fuerzas del mal se han lanzado como aves de rapiña contra el campo nacional y popular, tanto en la franquicia de los Kirchner como en la de Massita. La primera señal fue el fallo contra el país de la jueza gringa Loretta Preska, hija putativa de Thomas Griesa, otro juez de las tinieblas. Preska dice en la sentencia que Kichi fue un pichi al expropiar YPF, pero que hay una solución: pagar 16.000 millones de dólares.

El domingo llegó el impactante desalojo de Coqui Capitanich, que perdió el poder en Chaco a manos de un radical de apellido medio impronunciable, Zdero, sin duda un esbirro del imperio. Capitanich también impulsó un "plan platita", solo que más berreta; durante la campaña, en un barrio colocaron un cartel que decía: "Coqui, gracias por el ripio".

Érase una vez un país en el que se agradecían esfuerzos mayores.

La suerte del gobernador parecía echada desde que Massita, con la autoridad de un candidato presidencial, lo calificó de "señor feudal que usa a los pobres para hacerse cada vez más rico". ¿Cuándo lo dijo? El 1º de septiembre. De 2015.

El tercer golpe de esta secuencia artera y coordinada lo propinó Casación al reabrir el juicio de Hotesur-Los Sauces, por lavado de dinero, y el del memorándum con Irán. En el caso de los hoteles, es cierto, Néstor descuidó un poco las formas: la lavandería ocupaba la mitad del edifici o. El único recurso procesal que le queda ahora a Cristina es elegir un sillón Luis XV para banquillo de acusada. Máximo deberá comparecer junto a su madre, no así Florencia, que era una gurrumina cuando sus papis le dejaron en el banco una cajita feliz con 5 millones de dólares. Flor, libre de culpa y cargo; cuidado, una Kirchner limpia no deja de ser una interesante promesa electoral.

El cuarto golpe le tocó en suerte, cómo no, a la Corte Suprema del Lawfare: avaló la ley del arrepentido, crucial en la investigación de la causa cuadernos. En el expediente, decenas de empresarios reconocen haber pagado coimas a funcionarios de Cristina; cuentan cómo, cuánto, a quiénes y dónde, y hasta la marca de los bolsos. Lo que Cris y sus abogados cuestionan, o no entienden, es que alguien se arrepienta. A los arrepentidos los vomitará el diablo.

Da la impresión de que la Corte por fin se ocupa de la tercera edad: primero jubiló a la jueza Ana María Figueroa y ahora empuja a Cristina. La vice pasa temporadas cada vez más largas en su casa de El Calafate, donde...

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