Un diálogo improbable cuando cualquier concesión es traición

Cristina Kirchner y Mauricio Macri

"Por favor, no se peleen" . Es el reclamo que más escuchan los candidatos y principales dirigentes de Juntos por el Cambio en sus recorridas por el país de parte de adherentes, votantes fieles y electores ocasionales. La demanda vale para su interna en llamas, pero no para la relación con el oficialismo . No, al menos, con la misma intensidad ni extensión.

Las preferencias de halcones y palomas se correlacionan con la expectativa de vinculación con el Gobierno, en general. Para unos, se trata de hablar lo necesario. Para otros, lo mínimo indispensable. En tanto, cae de manera pareja la opción de alguna distensión con el ala dura encarnada en Cristina Kirchner y La Cámpora , extensible al frente estadounidense representado por Sergio Massa . Entre la posición irreconciliable con unos y la desconfianza con los otros, los cambiemitas de a pie cierran o entornan las puertas a un diálogo con el oficialismo .

En la superestructura no hay mucha diferencia, salvo excepciones, como la de Gerardo Morales con su canal siempre abierto con Massa, que mantiene en alerta a correligionarios y compañeros de coalición. Otro tanto, pasa con Facundo Manes , que se ocupa de sostener con hechos su imagen de insider-outsider, para desconcierto e incomodidad de sus socios cambiemitas.

Del lado oficialista de la vida política, la demanda de permanecer unidos no se advierte como una cuestión urgente para sus militantes y votantes duros. Se trata de un imperativo categórico inherente al partido del poder (para no volver a perderlo). Lo mismo ocurre en relación con la oposición. No existe exigencia de diálogo alguna . Solo emerge ante un riesgo cierto de descomposición, pero con condicionamientos. Cualquier concesión es traición, salvo para los votantes críticos .

El reclamo social de convivencia política aparece así como una exigencia contradictoria o demasiado llena de matices en casi todo el espectro ciudadano . Un abstracto o un ideal. Tan deseable como casi impracticable. Igual que muchas grandes leyes, que no se aplican o no se respetan, cristalizando la anomia.

El atentado contra Cristina Kirchner abrió una línea de crédito (o tolerancia) para las voces que proponen algún tipo de acercamiento, como el que empezó a admitir la propia vicepresidenta en su primer aparición tras el tentativa de magnicidio. No obstante, como lo expresaron en las primeras horas posteriores a ese hecho los más prominentes camporistas, la disposición al diálogo "no es a cualquier precio".

El halo místico (Cristina dixit) y el entorno religioso que le impuso la vicepresidenta a su reaparición, en...

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