Un desparramo institucional de tintes bananeros

El kirchnerismo nos trata como imbéciles. Y estoy tentado de creer que muchas veces tiene razón. El tamaño de la mentira institucional crece y crece en directa proporción con la pasividad negadora de una parte considerable de las elites políticas e intelectuales, y también de la sociedad civil. Las excepciones, aún con ser poblacionalmente numerosas, no hacen más que confirmar la regla: los argentinos nos acostumbramos a ser necios por convicción o por conveniencia. En nuestro país, escándalo despierta bostezo, corrupción produce apatía, camelo convence estúpido y billetera mata galán.

Un pequeño ejemplo de caradurismo oficial y complicidad silenciosa lo tuvimos esta misma semana, cuando frente a una acusación concreta de practicar macartismo y marginar de las comitivas oficiales a escritores que fueron abiertamente críticos del Gobierno, la directora de Asuntos Culturales de la Cancillería aseguró que la nómina de viajeros a la Feria del Libro de Guadalajara le había costado al erario 31 millones de pesos y que estaba pletórica de pluralismo ideológico. También agregó que a pesar de esta fortuna, no fue posible subir al avión a los eternos marginados, los sancionados por sus opiniones políticas: Caparrós, Sarlo, Sebreli, Abraham, Asís, Birmajer, Romero, Kovadloff. Pero que ella se había cerciorado personalmente de que sus libros volaran a la ciudad mexicana. Qué generosa. Qué progresista este gobierno de listas negras. Y qué poca solidaridad se ha encontrado entre los escritores bendecidos y la opinión pública. Detrás del discurso cínico, el kirchnerismo mantiene su amenaza implícita: hay hijos y entenados; si quieren seguir participando, a no envalentonarse con el fin de ciclo, porque el que calla gana y el que fustiga, pierde. Y el que pegue a lo sumo que sepa dónde, compañeros. Siempre hay que pegar donde no duele.

Esta misma clase de formato -lamentable combinación de descaro funcional y de indiferencia oportunista-, permitió en su momento que el movimiento nacional y popular acabara con la pobreza estructural por el simple método de ocultarla bajo la alfombra del Indec, y que este montaje fuera consentido por notorias plumas nacionales. Y está logrando ahora que se lleve a cabo con muy bajos costos una de las mayores operaciones de ocultamiento e intimidación de la democracia: destruir al magistrado que investiga el posible lavado de dinero de la familia presidencial, y hacerle creer al pueblo que se busca terminar con los "jueces de...

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