El descrédito de nuestro Poder Judicial

Mucho debería preocuparnos el generalizado descrédito en el que ha caído la administración de justicia en la Argentina. Que recién ahora se haya logrado determinar la forma en que murió, hace dos años y ocho meses, el fiscal que investigaba el gravísimo atentado en la AMIA y había denunciado a la ex presidenta de la Nación por encubrimiento; que la demora en llevar a juicio a sospechados de graves hechos de corrupción deba siempre medirse en espacio de largos años; que la justicia federal que debe investigar a los funcionarios públicos sólo lo haga una vez que éstos han perdido el poder, y que, en suma, se tenga la sensación de que recurrir a los jueces es un albur donde todo puede suceder -por lo general nada bueno-, nos obliga seriamente a pensar qué hemos hecho para alcanzar semejante nivel de mediocridad e ineficiencia.

Estudios de opinión pública dan cuenta de que la imagen del Poder Judicial ha experimentado un profundo deterioro en los últimos diez años, al tiempo que la credibilidad de los jueces apenas alcanza al 18%, sólo por encima de los sindicatos y los partidos políticos.

Durante muchos años, y en especial en los gobiernos de cuño justicialista, los magistrados fueron concebidos como apéndices del poder político. Esta afrenta al republicanismo quedó patentizada, en plena era menemista, con la descarnada frase de los "jueces de la servilleta".

Los años del kirchnerismo, lejos de producir mejoras en la independencia de la Justicia, fueron testigos de torpes maniobras para domesticar a la institución que debe naturalmente servir de control. Los concursos de magistrados del fuero federal se vieron en ocasiones amañados o "cajoneados" y la procuradora general, Alejandra Gils Carbó, pobló al Ministerio Público de funcionarios cuyo mérito mayor era su militancia partidaria o su sumisión incondicional. La justicia de Comodoro Py, siempre "tiempista" a la hora de planificar su accionar, tardó años en dar real curso a la denuncia por asociación ilícita que había impulsado la legisladora Elisa Carrió mucho tiempo antes, no bien advirtió los desmanejos que existían en la obra pública y que permitieron que personajes de la talla de Lázaro Báez y José López incrementaran su patrimonio de manera exponencial. Las recientes frases de la ex presidenta, al proclamar su "odio" hacia quien fue un funcionario central durante toda su gestión de gobierno en materia de obra pública, la exhibe tal cual es. ¿Cómo supone ella, acaso, que obtuvo López la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR