Desastrosa política energética y cortes de luz

Con las altas temperaturas de marzo se multiplicaron los de la región metropolitana y del país. No han sido casos accidentales sino previsibles en un durante los últimos 13 años.

Aunque el Gobierno lo niegue, hay un claro déficit de capacidad de generación y no sólo un deterioro en las redes de distribución. La ruptura de las reglas de funcionamiento del sector eléctrico en el año 2002, en el marco de la emergencia económica, se perpetuó sin que hubiera más justificación que evitar medidas antipopulares. Se congelaron las tarifas mientras se produjo una fuerte devaluación y se acumuló una inflación del orden del mil por ciento. De esta forma se destruyó la ecuación económica de las empresas en toda la cadena del sector eléctrico.

Por otro lado, ese abaratamiento relativo de los precios de la electricidad exacerbó su consumo. Se multiplicó el uso de acondicionadores de aire y de otros artefactos eléctricos y se descuidaron las prácticas de ahorro de energía. Se produjo así una tenaza al limitarse la oferta y potenciarse la demanda. Como siempre les ocurre en estas circunstancias a los gobiernos intervencionistas, la salida fue el racionamiento. En el caso de la electricidad, el instrumento es el corte de luz.

Está demostrada la inefectividad de las campañas publicitarias oficiales para reducir los consumos. La elección de cada individuo o familia, salvo alguna excepción sin importancia estadística, se realiza en función de sus opciones de costo-bienestar. Si la electricidad es barata se la usará más intensamente de lo que hubiera sido de otra forma. Se expanden fuertemente el aire acondicionado y otros empleos electrodomésticos. Esto sucederá independientemente del aumento del nivel de ingresos, aunque éste también influya. En economía se distinguen dos tipos de efectos sobre las cantidades demandadas: uno es el de los precios y el otro es el de los ingresos de los consumidores.

Es falaz la excusa del Gobierno, que para justificar los cortes afirma que son una consecuencia no querida de un acelerado crecimiento de la Argentina. Este argumento queda desvirtuado después de dos años de recesión. Es por ello que ahora el ministro Julio De Vido se esfuerza por afirmar que no hay un problema de oferta y demanda, sino fallas en la distribución. A esto agrega que la culpa es de las empresas concesionarias que incumplen sus obligaciones contractuales. Nada dice el ministro del retraso tarifario y de las consecuentes pérdidas ocasionadas a las...

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