Desafíos y dilemas de la subjetividad presidencial

El concluyente triunfo de octubre pasado, la popularidad presidencial y un estilo de liderazgo autorreferencial y solitario dejan al país, en el inicio de 2012, pendiente de lo que decidirá la Presidenta ante una situación económica que, en cualquier caso, será menos solvente que la de los últimos dos años.Ningún observador prevé una crisis significativa; casi todos, sin embargo, dan por hecho una desaceleración del crecimiento con efectos negativos en materia de empleo y salario. Esta declinación relativa, que podría considerarse normal para un país como el nuestro, puede tener, no obstante, efectos políticos significativos debido al modo en que el Gobierno concibe el manejo y la conservación del poder.Quizá para comprender el dilema que enfrenta Cristina Kirchner haya que recordar el modo en que ella y su marido enfrentaron la revuelta del campo y el rechazo de las clases medias urbanas en 2008. Profundizar el modelo fue la respuesta. Y eso significó, en el plano económico, una formidable expansión del gasto público y, en el político, una apuesta simbólica extremadamente exigente y voluntarista, condensada en la frase "nunca menos". Es como si los Kirchner hubieran firmado un contrato que decía: ofrecemos dinero y potencia perpetua a cambio esperamos votos.En ese trance sucedió un acontecimiento inesperado: la muerte de Néstor Kirchner, ocurrida cuando el Gobierno había casi duplicado su popularidad después de la caída de 2008 y 2009. El deceso de Kirchner provocó un extraordinario fortalecimiento de la Presidenta que los sondeos reflejaron enseguida. En primer lugar, permitió reconfigurar su imagen, en términos de una persona abnegada, valiente y capaz de salir adelante sin su jefe político. En segundo lugar, posibilitó la construcción de una épica que Kirchner vivo obturaba, acaso por pendenciero. Muerto, se convirtió en una insignia y dejó libre el terreno para que su mujer desplegara retóricamente un abanico de ideales políticos, antes inhibidos.La constelación de una economía expansiva, fuertemente orientada al consumo, una Presidenta revestida de carisma y una oposición mediocre e irresponsable, dio los frutos que el gobierno esperaba: el triunfo espectacular del 23 de octubre. Con dos logros nítidos: el regreso de buena parte de la clase media y la recuperación y ampliación de la hegemonía política resignada en 2009. Néstor Kirchner podía descansar en paz: su apuesta, en la que se le fue la vida, se había cumplido.Pero las lecturas épicas tienen...

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