La derrota del esnobismo ideológico

El esnobismo ideológico, o, lo que es lo mismo, el pseudoprogresismo de ciertas minorías urbanas , ha alejado al poder de las expectativas y las angustias ciudadanas. Acomodado en el lenguaje inclusivo, la "deconstrucción del patriarcado" y la identidad no binaria, el Gobierno se ha desconectado de una sociedad que tiene otras urgencias y otras necesidades, pero que, además, escucha ese discurso de eslóganes supuestamente "progres" como una tilinguería impostada.

Las últimas elecciones han desnudado ese abismo entre el poder y la sociedad. Nunca había quedado tan en evidencia la distancia entre la realidad y la pose. Nunca se había visto con tanta nitidez cuántos quedan excluidos mientras se habla en lenguaje inclusivo y cuánta desigualdad encubre la retórica hueca del pseudoprogresismo. Pero en los últimos días se ha revelado algo más: la falta de convicción y de coherencia detrás de esa armazón ideológica.

En la desesperación de la derrota, el Gobierno ha dado un giro de 180 grados y apeló, para el nuevo gabinete, a los exponentes más rancios de un conservadurismo primitivo. Cambió de "principios" como de corbata (o de pañuelo). Había rozado el disparate con la pretensión de imponer el cupo femenino en los directorios de las empresas, pero se olvidó de respetarlo en el elenco ministerial. Archivó la agenda de género, bajó las banderas de la corrección política y dejó de hablarles a "todes". Con el cambio de equipaje, pasó a encomendarse a Dios. ¿Qué dijeron "les chiques" de la militancia kirchnerista? Nada. ¿Quién alzó la voz desde el pseudofeminismo oficialista? Nadie (o tan pocas que no se hicieron oír). Si hay que callarse para conservar cargos o privilegios, nos callamos. Las convicciones se revelan lo suficientemente flexibles como para acomodarse rápido a los virajes del poder.

La doble vara parece una característica esencial del esnobismo ideológico . Si el infractor o el victimario es "del palo", se lo absuelve sin remordimiento. El "poder de policía" que se atribuye ese pseudoprogresismo, solo se ejerce, y sin piedad, cuando encuentra un enemigo cómodo tanto dentro como fuera de la política. Así se entiende, por ejemplo, que "las referentas" del supuesto feminismo oficialista hayan hecho silencio ante el último escándalo post mortem que involucra a Maradona con una menor de edad. La foto con Fidel Castro parece haber reforzado la absolución, aunque revele -en realidad- los extremos del abuso. Si el victimario es "de los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR