Derechos del menor ante la ruptura familiar

AutorÁngela C. Pinacchio
Pinacchio, Derechos del menor ante la ruptura familiar
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Derechos del menor ante la ruptura familiar*
Por Ángela C. Pinacchio
1. Introducción
El objetivo será analizar distintos temas que le incumben al menor cuando sus
padres no conviven bajo el mismo techo, quedando someramente englobados en
discusiones de tipo procesal sobre las que no se hace mucho hincapié. Es menester
mencionar: el abogado del niño, la capacidad progresiva y sobre todo el tan evocado
interés superior del niño declarado por la Convención Internacional de los Derechos
del Niño, Niña y Adolescentes que conforme mandato constitucional tiene su igual
jerarquía para complementar los derechos, declaraciones y garantías.
Cuando los progenitores decidieron su separación, giran en torno del niño cru-
ciales hitos para su vida. En el ámbito judicial se suele discutir sobre el régimen de
visitas, la tenencia y la cuota de alimentos. Sin embargo cuando el vínculo familiar
se rompe la vida del menor entra en crisis porque aquél fue su primer ámbito afecti-
vo y conocido de socialización.
En la modernidad, la familia cumplía el papel educador desde el ejemplo sobre
los valores morales, pero en la actualidad asistimos a una realidad compleja donde
la familia no cumple este rol y los sistemas educativos no están preparados para
asumir un papel diferente. Podemos citar al respecto prestigiosos autores como Sa-
vater1, por ejemplo, que refiere a la necesidad de que alguien desista de la inmadu-
rez como forma de hacer frente a tanta relativización social. Desde la mirada de este
autor, la realidad aparece como grandes telones que esconden otro escenario: la
crisis de la humanidad y la familia, entre otros que son de debate actual.
Por ejemplo tomemos el caso de la familia. Entendemos que ésta debe dar los
primeros ejemplos de vida al ser que se forma en un clima de afecto. La inestabili-
dad de la familia radica en la promoción de la juventud como única forma de vida
pero no puede totalmente disimularse esa madurez ya que su signo más caracterís-
tico es asumir responsabilidades. Por eso en el intento afanoso del ser que desea
eternamente ser joven convoca su inmadurez. Pero el autor advierte que una familia
funciona educativamente cuando alguien se resigna a ser adulto. Podríamos referir-
nos al mismo tiempo a una crisis de la autoridad que implica una antipatía contra la
posibilidad de ocuparse personalmente de la familia de la que se es responsable.
Esto se vincula con la idea de la eterna juventud y en una falsa creencia de que
autoridad es sinónimo de mandar. Dentro del eclipse familiar está incluida la figura
paterna. Por otro lado, mucho de esto tiene que ver con la irrupción de la televisión
en nuestras vidas. Los medios tecnológicos actuales todo lo muestran y todo lo des-
cubren ante nuestros ojos utilizando los mismos métodos de socialización primaria
para educar. Para lo cual, la tarea de quien renuncia a ser eternamente joven será
* Extraído del artículo publicado en la revista electrónica “Equipo Federal del Trabajo”, www.
eft.org.ar. Bibliografía recomendada.
1 Savater, Fernando, El valor de educar, Bs. As., Ariel, 2008, p. 59.

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