Derecho de la ancianidad y bioética en las instituciones geriátricas

AutorMaría I. Dabove
Páginas1-19
Dabove, Derecho de la ancianidad y bioética en las instituciones geriátricas
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Derecho de la ancianidad y bioética
en las instituciones geriátricas*
Por María I. Dabove
Más viejos y más años de duración
de la vejez: multiplicad un número
por otro y obtendréis la cifra que revela
la excepcional gravedad del problema
(Norberto Bobbio)1
1. Introducción
Nacemos a partir de una “casa” –el vientre materno–, pero también morimos
desde ella –llámese habitación, espacio abierto, tierra–. La casa atraviesa toda nues-
tra existencia. Tanto que habitar y existir parecen funcionar como sinónimos. La casa,
a veces es pensada como la “forma”; como el “marco”, dentro del cual hay una vida,
en parte actual, en parte potencial, que se irá desplegando con los años. Es “vivienda”.
La casa comprende todo el desarrollo vital, abarca las distintas posibilidades del ser2.
Podríamos decir también que, en este sentido amplio, el término “casa” fun-
ciona como un concepto pantónomo –al igual que el de vida–3. Sin embargo, no re-
sultan confundidos al expresarse con el tiempo. La casa es, de alguna manera, con-
dición de la vida, es su “elemento accesorio”: la encauza, la acompaña, incluso la
“regula” y la norma. Mas no siempre el binomio vida-casa transcurre su curso en un
marco de vinculaciones armoniosas. Para el ser humano, el proceso deviene dialéc-
tico, expresando las tensiones propias de su época entre naturaleza y cultura.
Cada etapa de la vida humana, evidencia una forma particular de relación dia-
léctica con la casa. En la niñez, el vínculo parece estrecho y nos viene dado. Hacia la
juventud, el nexo se relaja, para dar lugar a un deseo: el de sitio propio. En tanto que,
en la adultez, casa es sinónimo de “propiedad” –en sentido amplio–, de “terreno con-
quistado y nominado”, dentro del cual ya puede afirmarse la identidad y autonomía del
sujeto.
Los cambios demográficos que se vienen produciendo desde la década del se-
tenta están haciendo de la vida un espacio más extenso para residir, fácticamente
esperable para todos. Sin embargo, esto que parece bueno, no se ve enteramente
reflejado a la hora de habitar la ancianidad que se genera a partir de ello. Dos parecen
ser las alternativas que se le abren al viejo de nuestros días en relación con la casa:
vivir en el propio domicilio, o trasladarse a una residencia geriátrica. Sin embargo,
mientras que para algunos la opción es libre, como observan Rocío Fernández
* Bibliografía recomendada.
1 Bobbio, Norberto, De senectute, trad. Esther Benítez, Madrid, Taurus, 1997, p. 34.
2 Desde la perspectiva etimológica la palabra casa –del lat. “casa, choza”– significa “pareja de
macho y hembra”. Al respecto puede verse: Corominas, Joan, Breve diccionario etimológico de la len-
gua castellana, 3ª ed., Madrid, Gredos, 1980, p. 136.
3 De “pan: todo; nomos: ley que gobierna”. Al respecto puede verse Goldschmidt, Werner, Intro-
ducción filosófica al derecho, 6ª ed., Bs. As., Depalma, 1987, p. 391. Administración social pública.
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Ballester y María Dolores Zamarrón, para otros se convierte en una necesidad inex-
cusable: la enfermedad crónica, la discapacidad funcional, la soledad, parecen ser
razones que obligan al individuo a dejar su domicilio; y aunque éste ya no sea el marco
físico de una familia, continúa siendo el “hogar” para el individuo (por muy deteriorado
que se encuentre y muy poco confortable que pueda ser) y su pérdida (aunque sea
para trasladarse a una lujosa institución) parece ser vivida con dolor4.
En esta etapa de la vida, los costos de una decisión forzada respecto de la
residencia suelen ser altísimos para el individuo, al punto de llegar a poner en riesgo
su final, apurando los tiempos de deceso, según veremos.
La dinámica del binomio “casa-ancianidad” ha sido siempre especialmente con-
flictiva. La historia misma de la vejez nos ofrece una riquísima gama de ejemplos con-
cretos que avalan esta reflexión5. No obstante, en este trabajo tan sólo intentaré abor-
dar algunas líneas de investigación puntuales, relacionadas en particular, con la
problemática de la vida en los geriátricos.
Del pasado, podemos rescatar al menos tres momentos que sirven de referen-
tes directos al proceso de institucionalización del anciano en nuestro tiempo: el retiro
medieval, los hospicios-asilos de la modernidad y los hogares-hospitales de las socie-
dades de beneficencia que proliferan a partir del siglo XIX. Todos ellos, constituyen
claros precedentes de los geriátricos actuales.
Las primeras experiencias de internación de ancianos, se remontan al siglo VI,
durante los comienzos de la Edad Media. Al abrigo de los conventos y monasterios
cristianos, la idea del “retiro” fue cobrando vida entre los ancianos con mayores recur-
sos económicos. En el convento podían encontrar la paz y el descanso, puesto que
se trataba de un sitio seguro. Podían cumplir con los mandatos de una sociedad cul-
turalmente teocéntrica, aislándose del mundo cotidiano, poniendo fin a la rutina pro-
ductiva y a las preocupaciones sociales y políticas; pues se pensaba a la vejez como
etapa de preparación para la muerte, como proceso de despegue de todo lo terreno,
como tránsito al más allá. Además, por esta vía, los mayores disfrutaban de ventajas
cotidianas relevantes. Se aseguraban cierto grado de asistencia médica, de ayuda
para los quehaceres domésticos –comida, aseo, orden–, la compañía, nuevos
4 Fernández Ballester, Rocío - Zamarrón, María D., Vivir en una residencia: algunas expectativas;
en Salvarezza, Leopoldo (comp.), “La vejez. Una mirada gerontológica actual”, Bs. As., Paidós, 1998,
p. 333 y siguientes.
5 Respecto de la historia de la vejez puede consultarse, entre otros: Alba, Víctor, Historia social
de la vejez, Barcelona, Laertes, 1992. Beauvoir, Simone de, La vejez, trad. Aurora Bernárdez, Barce-
lona, Edhasa, 1989; Coll omp, Alain, Familias. Viviendas y cohabitaciones, en Aries, Philipe - Duby,
Georges (dirs.), “Historia de la vida privada. La comunidad, el Estado y la familia”, t. 6, Bs. As., Taurus,
1991, p. 103 y ss.; Gracia, Diego, Historia de la vejez, en Gafo, Javier (ed.), “Ética y ancianidad”, Madrid,
Fundación Humanismo y Democracia, Universidad Pontificia de Comillas, 1995, p. 15 y ss.; Granjel,
Luis S., Historia de la vejez: Gerontología. Gerocultura. Geriatría, Salamanca, Universida d de Sala-
manca, 1991; Minois, Georges, Historia de la vejez. De la Antigüedad al Renacimiento, trad. Celia M.
Sánchez, Madrid, Nerea, 1989; Perrot, Michelle, Formas de habitación, en “Historia de la vida privada.
Sociedad burguesa: aspectos concretos de la vida privada”, t. 8, trad. Francisco Pérez Gutiérrez y Bea-
triz García, Madrid, Taurus, 1990, p. 9 y ss.; Philibert, Michel, Le statut de la personne âgée dans les
societés antiques et préindustrialles, “Sociologie et Societés”, vol. 16, n° 2, 1984; Rodriguez Domin-
guez, Sandalio, La vejez: historia y actualidad, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1989.

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