Democracia y autoritarismo

Elecciones

Hacia finales de los años 50, poco más de medio siglo atrás, Raymond Aron dictaba en la Sorbona sus recordadas lecciones sobre la sociedad industrial. En el análisis estrictamente político, titulado Democracia y totalitarismo , caracterizaba esos dos extremos enfrentando por un lado el sistema de partidos múltiples, y por otro, el de partido único.

Priorizó esa clasificación, integrada con elementos aún vigentes, en una Europa de fines de posguerra, de partidos comunistas fuertes, de Guerra Fría y con intelectuales que adherían al marxismo o flirteaban con él. El profesor francés destacó también un tercer género de sistemas que calificó como autoritarios, refiriéndose a los ejemplos próximos de esa época, como los regímenes de Franco u Oliveira Salazar, y al que otros autores posteriores ubicaron como similares en Latinoamérica a los de Vargas, Stroessner o Perón.

Mientras el régimen de Stalin iba revelando sin pudor su esencia tiránica, fue perdiendo adeptos en el resto del mundo y disuadiendo a pensadores de orientación filo marxista de mostrarse abiertamente favorables a aquel. Por otra parte, el progreso objetivo de Occidente y la posterior implosión del régimen soviético debido a su fracaso económico y tecnológico, llevó a gran parte de la izquierda internacional a renunciar a la revolución violenta como única salida y desarrolló la estrategia para llegar al poder a través de la labor de los intelectuales colectivistas junto a los sectores desplazados, combatiendo en todo lugar a la sociedad abierta.

El espacio entre democracia y totalitarismo se amplió en diversas partes del globo . Al sur del Río Grande resurgió una versión de ellos: el régimen populista, que asoma como menos drástico y cruel que el comunismo tradicional, pero del que, sin embargo, resulta compañero de ruta en más de una de sus versiones. Por momentos aparece tan sólo como producto de la demagogia, de una política económica irresponsable, de un nacionalismo fuerte y de liderazgos cuyas políticas resultan insostenibles en el largo plazo.

Tres características se destacan: un desmedido estatismo; un mercantilismo que consiste en el cierre de la economía acompañado de un capitalismo de amigos y, por último, niveles crecientes de inflación reprimida reflejando la inconsistencia de las políticas macroeconómicas. Se pueden dar casos diversos, pero en realidad el populismo de cualquier laya no es más que el huevo de la serpiente. El régimen avanza con la misma sed...

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