Demasiados desacuerdos para el riesgo de tocar fondo

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Hace meses que la mayoría de los especialistas coincide en que no hay alternativa a un acuerdo con el FMI por una razón más que evidente: las reservas netas del Banco Central están tocando fondo. No sólo porque alcanzan a la mitad de los vencimientos por casi US$7500 millones con organismos internacionales en el primer trimestre de este año, sino para reprogramar a 10 años los US$40.000 millones de deuda con el Fondo que se concentran entre 2022 y 2023.

Sin embargo, esa certeza comenzó a diluirse el último miércoles tras la puesta en escena política montada en el Museo del Bicentenario con gobernadores del oficialismo. Allí hubo abundancia de adjetivos sobre el endeudamiento y notoria escasez de precisiones numéricas sobre el "programa plurianual para el desarrollo sustentable", que el presidente Alberto Fernández había prometido -luego de la derrota electoral- para comienzos de diciembre y ahora dice negociar con el staff del FMI con la premisa de desterrar la palabra ajuste. Pero el ministro Martín Guzmán admite que el principal desacuerdo está en el sendero fiscal (reducción del déficit) para los próximos años y no cuenta con el consenso político del board del organismo (con EE.UU. y Japón a la cabeza). Así queda en una nebulosa cómo podrían corregirse los desajustes macroeconómicos que generan creciente inflación; uno de los problemas más graves, mencionado sólo tangencialmente en el encuentro.

Como lo interpretaron inmediatamente los mercados, no está para nada claro qué hará el Gobierno: 1) Si quiere acordar con el Fondo y aceptar condicionalidades sólo para despejar el horizonte inmediato de vencimientos externos; 2) Si no lo hará, para victimizarse detrás de un relato de famélico tono épico y quedar al margen del financiamiento de los organismos internacionales y la apertura de cartas de crédito de exportación e importación que frenará la economía; o 3) Si opta por la clásica variante -no descartable- de ganar tiempo anunciando un programa difícil de cumplir, disfrazarlo con alguna concesión para presentarla como un éxito de sus reclamos y aprovechar las revisiones trimestrales para renegociar metas e "ir viendo" cómo llegar a la campaña electoral de 2023. El problema de esta última es que el tiempo difícilmente juegue a su favor.

Lo que sí está claro son los desacuerdos políticos sobre los alcances del programa con el FMI, que alejan la posibilidad de consensos y de un shock de confianza. No sólo resultan evidentes entre el...

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