Delicias y tribulaciones de la paternidad

Sucede cada vez que se acerca el comienzo de las clases: recuerdo un pasaje de Derecho de familia, la película de Daniel Burman, con una sonrisa. "Pero mire que yo pago para no participar", dice el padre atribulado cuando la maestra jardinera de la institución privada lo invita a sumarse a otros padres en la organización de la fiesta de fin de curso. Y entonces los espectadores masculinos sentimos que ahí se hablaba de nosotros, los hombres de este tiempo de entre 30 y 50 años, del compromiso afectivo que exige la vida familiar y de las cada vez más altas demandas de la paternidad.

Al parecer ya no basta con ser hombre proveedor, no alcanza con asegurarle a la mujer que tenemos al lado bienestar económico, protección y una buena cama. No alcanza siquiera, disculpen ustedes, con la fidelidad. La época -esa niebla en la que pueden entreverse las tendencias de comportamiento, el modo de construir vínculos y los mandatos sociales- exige una inversión importante que no siempre es sencillo descubrir en el mapa genético masculino.

Para decirlo con cierta elegancia, y antes de que ellas nos salten a la yugular: somos un poco básicos, de muy pocas palabras y excesivamente austeros a la hora de transmitir nuestras emociones, pero sobre todo nos quedamos tranquilos sabiendo que hay cosas que en la casa resuelven las mujeres. Sucedió así durante siglos, de modo que creímos que no había razones para cambiar. Pero hubo (píldora, revolución sexual, igualdad de derechos y responsabilidades), y acá estamos, pobrecitos nosotros, tironeados por tanta necesidad operativa, quemándonos las pestañas mientras leemos en las biblias de la autoayuda los consejos para ser mejores padres.

Ustedes me entienden: hasta el más alto ejecutivo, después de asistir a maratónicas reuniones de management y de velar por los intereses de su corporación, está llamado a dedicar un buen rato a participar en las clases de matronatación, acompañar a los niños en la tarea escolar y leer a conciencia el cuaderno de comunicaciones, preparar las comidas con un buen equilibrio alimentario, garantizar el baño y el cepillado de dientes, asistir a las reuniones de padres, estimular a los más pequeños en el aprendizaje de la letra cursiva, retirarlos de los cumpleaños, llevarlos como corresponde al pediatra y el odontólogo, establecer vínculos con...

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