Delicias analógicas que se llevó el celular

Como saben, estoy lejos de acusar a las nuevas tecnologías de los males de nuestro tiempo. O de cualquier mal en general. Ahora, dicho esto, déjenme desahogar esta pena que celulares y teléfonos inteligentes han traído a nuestra vida cotidiana.Sí, OK, soy el primero en decir que nos brindan funciones maravillosas. ¡Tienen hasta GPS, caramba! Pero también nos han quitado algunos deleites de la era analógica.¿Quién es?Por ejemplo, vos estabas esperando su llamado. No el de cualquier otra persona. Era el único llamado que te importaba. De pronto sonaba el teléfono y corrías a atender. No sabías si era o no era. Esos segundos de enamorada esperanza eran de lo mejor de esta vida. Además, antes de levantar el tubo, tenías que sosegarte, poner la voz más tranquila que podías, lo que resultaba en que sonabas como si se te hubiera atragantado un abejorro, por lo que la dulce expectación se estiraba todavía un poco más.Ahora, no. Ahora suena el teléfono y la máquina te dice a pantalla completa que te llama tu jefe. O el del taller. O tu primo, que quiere venir a ver el partido de la Argentina en tu LED de 55 pulgadas. Antes de que la celestial neurobiología del amor haga su magia, tu celular te corta las alas.Por lo tanto, también nos han arrebatado las llamadas sorpresa. ¿No es odioso? El ¿Hola? ha sido reemplazado por tu nombre de pila. Pronunciado, además, con cierta convicción inapelable. La convicción de que vos sabés que él sabe que vos sabés que él sabe quién está llamando.Lo que me lleva a una tercera situación enojosa relacionada con esto: ¿por qué alguien no te atiende? Antes dabas por supuesto que no había nadie en la casa. Quiero decir, la única explicación para no obtener respuesta era que el teléfono estuviera solo, porque esos aparatos nunca dejaban de sonar. Ahora es diferente. Del otro lado saben quién está llamando. Así que tal vez no lo oyó sonar o tal vez miró la pantalla y decidió no atenderte.SonamosNo, no soy nostálgico de los tiempos idos. Pero en aquella época un teléfono sonaba como un teléfono. Había, es más, una campanilla de metal dentro del aparato, que un martillito electromecánico tañía sin piedad. Por otro lado, todos los teléfonos sonaban más o menos igual. Incluso cuando la campanilla fue reemplazada por un dispositivo electrónico. Sonaban a teléfono.Bueno, esa paz fue pulverizada, como es público y notorio, por los ringtones. Ya he escrito, hace mucho, sobre cómo aprendí a y sobre la abominable costumbre de algunos sujetos de . Desde entonces el escenario ha empeorado.Con cada vez más calidad de audio, ahora es posible que confundamos un ringtone con un evento de la realidad. Así, dos por tres, te encontrás mirando para atrás porque te pareció que tu colega abrió una botella de cerveza. O se sirvió un vaso. Que te silbaron. Se...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR