La delicada misión de mantener unida a la oposición

En la construcción de su perfil presidencial, Alberto Fernández se presenta como un gestor hiperactivo obsesionado con encontrar equilibrios sin desatar conflictos. Si le toca ajustar es porque no le queda otra. Les quita a unos para atender a otros, guiado por una racionalidad "solidaria" y no por un afán de castigo a los sectores sociales que no lo votaron.La lógica de esa estrategia se sostiene en parte en la necesidad de una identidad que lo distinga de su impulsora, Cristina Kirchner, pero también en la constatación electoral de que existe una porción considerable de la población que se movilizó contra el retorno de un modelo autoritario y que podría ponerlo en aprietos si se instala la noción del revanchismo.Eso explica el malestar del Presidente por la forma en que salió de la Casa Rosada el anuncio de que el Gobierno bajará por decreto el porcentaje de coparticipación de la ciudad de Buenos Aires. Se insinuó una guerra por los fondos con Horacio Rodríguez Larreta en medio de una negociación abierta y sigilosa que apuntaba a exhibir el recorte como un acuerdo político.Fernández habló con Larreta y después los dos expresaron en público su vocación por el diálogo. Pero el episodio -en contra de los intereses presidenciales- volvió a activar un reflejo de resistencia en la oposición.El diverso mundo de Juntos por el Cambio desconfía del dialoguismo albertista y distingue detrás de los gestos antigrieta de estas primeras semanas una vocación hegemónica más ligada al espíritu de la vicepresidenta que al aparente peronismo republicano del Presidente. Esa convicción ha tenido más fuerza que los rencores mutuos para mantener la unidad opositora, a pesar del sueño oficialista de partirla y debilitarla. Acaso el acuerdo más importante y menos visible que se cerró en el primer mes de la nueva gestión es el que sellaron de palabra desde el cauto Larreta hasta la combativa Patricia Bullrich, de Elisa Carrió al radical Alfredo Cornejo, de Martín Lousteau a Mario Negri o Miguel Pichetto."El gran desafío político de 2020 es blindar la unidad", suele decir Larreta. Considera un hito que la traumática salida del poder y el debate de la ley de emergencia se hayan saldado sin una gran fractura interna. El saldo fue la pérdida de tres aliados de módica relevancia en la Cámara de Diputados.El jefe porteño tiene la guardia en alto por más cuidadoso que sea con las palabras. La negociación de la coparticipación será una prueba de fuego en la relación con el...

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