El delgado límite entre la estupidez y la tragedia

El momento en que Tolosa Paz saluda a Cristina Kirchner

Eran los días de furia y jolgorio que anticipaban la llegada de la tempestad . Sería, calculo, hacia finales de 1973 o comienzos de 1974.

La facultad estaba "tomada". En esos tiempos era habitual que los estudiantes se apropiaran de los edificios universitarios como una forma de protesta o rebelión: allí se pernoctaba durante varias jornadas y nunca faltaban las guitarreadas, las clases magistrales de intelectuales "comprometidos" y de profesores militantes, shows a cargo de cantantes de protesta y, de vez en cuando, alguna escaramuza entre grupos políticos, que, salvo excepciones, no solían pasar de forcejeos y trompadas sin mayores consecuencias.

Pero lo que se había iniciado en marzo del 73 -cuando asumió Héctor J. Cámpora su breve temporada presidencial-, como una primavera con leve aroma a Mayo Francés, se fue caldeando con el correr de los días. Empezaron a verse entonces con más frecuencia armas de fuego, cachiporras y bombas molotov.

La violencia es contagiosa y muchas veces no se sabe cómo ni por qué se desencadena , pero una vez que toma envión se convierte en un narcótico que todos necesitan consumir.

En mis recuerdos se entremezclan sonrisas aniñadas, diversión y épica guerrera. Chicas y chicos entrelazados en tiernas escenas de amor iniciático con excitados combatientes de barbas primerizas blandiendo juguetes mortales como si estuvieran en una inocente fiesta de disfraces.

Los helados pasillos de aquel solemne templo del saber estaban tapizados con imágenes de Perón, Evita , el Che Guevara, Marx, Lenin, Mao Tse-tung e infinidad de carteles superpuestos de infinidad de agrupaciones de infinidad de expresiones ideológicas. Los letreros y retratos eran tan sagrados como la bandera de la patria y debían ser custodiados durante las 24 horas del día. Era tanta la puja por sobresalir en ese montículo de letras combativas que algún ocurrente individualista había creado su propia agrupación a la que bautizó Uno Más.

Fue en una de esas noches de ocupas ilustrados cuando ocurrió el hasta entonces inusual acontecimiento que motiva ahora esta narración.

Con la esperanza de que no se interprete la transcripción de los hechos como un resabio de prejuicios machistas ni como un ensayo totalizador de un fenómeno de época -complejo y de causas variadas -, sino apenas como un retrato más de un tiempo muy distinto del actual, viene a mi encuentro la siguiente imagen. Por el amplio pasillo del...

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