Cuando la educación deja de ser la meta

La atomización de objetivos en busca de resultados parciales de efecto rápido tiene costos altísimos en el mediano y largo plazo. La calidad actual del es un ejemplo claro de lo dañinas que pueden resultar esas políticas espasmódicas, sin articulación seria ni fines realmente comprometidos.De haber sido nuestro país un lugar de excelencia educativa, hemos pasado a desaprobar exámenes básicos internacionales como las pruebas PISA. Mucho se ha dicho de esa evaluación, que arrojó como uno de los resultados más lamentables que nuestros alumnos secundarios poco aciertan en sus cálculos matemáticos, en su narrativa y en sus conocimientos científicos. Muchos de ellos ni siquiera comprenden lo que leen. Pero poco se ha dicho sobre qué pasa con esos estudiantes cuando llegan a la universidad y, menos aún, cuántos de todos los alumnos de nivel universitario terminan efectivamente sus carreras.Un serio trabajo realizado por el Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA), de la Universidad de Belgrano, que dirige el doctor Alieto Guadagni, demuestra que son muy pocos los estudiantes universitarios que llegan a graduarse en nuestro país y que también son muy escasos los graduados en las denominadas "carreras del futuro": las científicas y tecnológicas. La proporción de egresados de disciplinas de ese tipo respecto del total apenas llega al 15 por ciento entre nosotros, mientras que en México y en Colombia es del 26%; en Chile, del 24%, y en El Salvador, de 22 %.Por otro lado, los aumentos en las matrículas de alumnos de las altas casas de estudio no garantizan un mayor egreso de profesionales. Es el caso de Brasil, que teniendo menos estudiantes universitarios en proporción a su población, cuenta con más egresados. La explicación sostiene el CEA es sencilla: en Brasil, con exigentes exámenes de ingreso, se gradúa la mitad de los alumnos universitarios y, en la Argentina, uno de cada cuatro.En reiteradas ocasiones hemos oído a nuestras autoridades jactarse de un mayor ingreso de alumnos a las aulas universitarias y de la creación de nuevas casas de altos estudios. Incluso, se ha hecho especial hincapié en el plan Progresar, destinado a jóvenes de entre 18 y 24 años que no trabajan, que lo hacen informalmente o que tienen un salario menor al mínimo. Sin dudas, se trata de un incentivo importante, pero tan exiguo como cualquier otro subsidio que no tenga como objetivo solucionar la cuestión de fondo. Aun muchísimos jóvenes cuyas familias pueden financiarles los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR