Defender la democracia

La sanción de la reforma previsional, que incluye aumentos de haberes por encima de la inflación, el 82% móvil a los beneficiarios de la jubilación mínima y la extensión optativa del beneficio a los 70 años, entre otros aspectos, dejó muchas más conclusiones que esas tres cuestiones operativas.

La primera, que la democracia nunca está del todo garantizada: se constuye día tras día, con diálogo, desprendimientos personales y sectoriales, y mucho esfuerzo. La segunda, que está clarísimo que subsisten en nuestro país sectores radicalizados dispuestos a dinamitar las instituciones incentivando el caos con tal de recobrar poder o de mantenerlo. La tercera, que lamentablemente quedan muchos grupos dispuestos a materializar esos deseos, de fomentar esos incendios tirando fósforos sobre el combustible derramado.

A eso hay que sumar una Justicia complaciente con los violentos, que les allana el camino para que actúen a gusto, que no ve mal que se pertrechen con bombas caseras, cortafierros y piedras, y que actúen con la cara tapada, frente a fuerzas de seguridad que oportunamente la misma Justicia se encargará de alejar y de desproteger. Ayer, por "falta de pruebas", fue liberada casi la totalidad de las 68 personas detenidas por los aberrantes ataques del lunes. Es de esperar que esas pruebas se extraigan con prontitud de los innumerables videos que recogieron las cámaras apostadas en la vía pública, las de los medios de prensa y la de miles de ciudadanos que, indignados y temerosos, sólo tenían como arma de defensa ante semejante barbarie el testimonio recogido por su teléfono celular.

Como ha dicho el Presidente, la violencia estuvo orquestada. Hubo legisladores que la incentivaron de muchas maneras durante la pasada semana. Primero, al permitir que se infiltrara en una comisión del Congreso un grupo de personas dispuestas a impedir el debate, amparadas en la defensa de los jubilados, cuando en rigor lo único que defendían eran sus intereses ideológicos, políticos, sectoriales y corporativos. Después, al lograr evitar que sesionaran los diputados. Sectores de la oposición parlamentaria llegaron al límite -tan peligroso como absurdo- de desconocer el quórum legalmente obtenido, inventaron la existencia de "diputruchos" y agredieron a las autoridades de la Cámara, a las que reclamaron que se levantara la sesión por los desmanes que se producían fuera del recinto, a los que ellos -precisamente con su verba encendida y provocadora- encendían sin el...

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