Un defecto inconfesable

Estamos diseñados para caminar. Quedarnos quietos es muy destructivo. En la imagen, huellas humanas de 23.000 años de antigüedad encontradas en el Parque Nacional White Sands en Nuevo México

Mi batalla contra el sedentarismo tiene un nuevo capítulo. Sé que no estoy solo en esto. La pandemia ha tenido consecuencias horrendas, empezando por los muertos, las secuelas físicas y psicológicas y la economía despedazada. Pero para los que no le damos prioridad a mover y ejercitar el cuerpo, causó otro mal, sordo y mal confesado. El sedentarismo se transformó en plaga y dejamos de movernos casi del todo. Un mes o dos, bueno, vaya y pase. Me ha ocurrido al escribir libros. Sentado siete días por semana, 15 horas por día, y después a comer y a dormir. Malo para la salud, por supuesto. Ahora imagínense estar dos años quieto. Intenté evitarlo, pero la pandemia, el aislamiento y el teletrabajo, para nosotros, los que no tenemos esa bendita pasión por la actividad física, fue un desastre. Otro desastre, quiero decir. ¿Por qué?

Porque los sedentarios somos especialistas en encontrar excusas. Con tal de poder seguir concentrados en nuestras actividades intelectuales, creativas o espirituales, todo sirve. La ola de calor, la ola polar, la lluvia, la radiación cósmica, las zapatillas inadecuadas, el viento, la política económica, la política externa, el calentamiento global, la hora, el día de la semana, el feriado; todo. Sí, somos poco serios en este asunto. El sedentarismo es malo y es también un defecto. No lo voy a defender. Si alguien puede ofrecerme excusa válida, se lo agradeceré. Pero, así, a bocajarro, lo digo sin eufemismos: soy sedentario por naturaleza, sé que no soy el único y sé que es malo. Muy malo. ¿Cómo lo sé? Gracias a la pandemia. Y porque ocurrieron dos cosas.

La primera es que decidí que, si esta cosa de correr, caminar, bailar, pedalear, nadar y saltar no era lo mío, volvería a la práctica del zazén. Compré un zafu (el almohadón) y una colchoneta, y cuando llegaron a casa, confiado en que esto sería como andar en bici, fui y me senté en la bien conocida posición de piernas cruzadas. Diré mejor: intenté sentarme. Hacía al menos veinte años que no practicaba, así que el tirón...

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