El default de los valores

Si vivimos en una época en la que se pesan los billetes de la corrupción es porque la moral, en simultáneo, ha dejado de tener peso. La ausencia de un comportamiento ético es un tópico considerado secundario por nuestra sociedad, pero es el mayor obstáculo de fondo que impide el desarrollo de la Argentina. Es el default que antecede a todos los defaults, es la deuda que antecede a todas las deudas y es la pobreza que antecede a toda pobreza, situación a la cual hasta un 40 por ciento de la población podría ser vulnerable ante un shock adverso, según el Banco Mundial.En la ausencia de un patrón moral de conducta está el núcleo de todos los deterioros posteriores. Es por eso que estamos ante una cuestión impostergable sobre la cual necesita reflexionar la sociedad en su conjunto para salir alguna vez del marasmo histórico y de la eterna repetición de las crisis en que vivimos sumergidos.La Argentina no carece de personas capaces ni de profesionales e intelectuales idóneos. No carece tampoco de la capacidad para pensar políticas públicas adecuadas para el mediano y el largo plazo. No carece de riquezas ni de recursos naturales. Pero carece, esencialmente, de una infraestructura moral, de una sólida red de creencias mínimas acerca de lo que se puede o no tolerar en la vida pública de un país. Carecemos aún de ese pacto básico, de un acuerdo para trazar límites precisos acerca de lo que se puede o no permitir que ocurra.Al carecer de esta clara línea de demarcación, nuestra sociedad tiende a ver como naturales los problemas más graves y a acostumbrarse a convivir con ellos, en lugar de declararlos inaceptables y exigir su inmediata corrección. A esta falta de una infraestructura ética esencial para la sociedad, se suma la carencia de controles públicos y de políticas anticorrupción –en gran parte porque los órganos de control han sido cooptados por la fracción gobernante–, así como de mecanismos efectivos de rendición de cuentas.La vida de la Argentina, en particular en su esfera pública, no carece de ideas, sino esencialmente de valores. Y las ideas, sin valores que las inspiren y orienten, pueden constituir el germen de la corrupción, al ser herramientas utilizables para cualquier fin, que muchas veces terminan siendo empleadas para violar el bien público.Por esta razón hemos asistido en los últimos 25 años a los desmanes de la corrupción que llevaron adelante gobiernos de uno y otro signo político. Tanto la era Menem como la era Kirchner han sido ejemplos de...

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