La decadencia peronista y el laberinto de Macri

La Argentina que el calor agobia, profundiza el desconcierto político y repite antiguas limitaciones económicas. Como ocurrió tanta veces, el triunfo en una elección le otorgó al ganador un éxito efímero. Apenas terminaron los festejos, comenzaron los problemas. La aprobación de un paquete de leyes, con modificaciones discretas aunque discutibles, generó protestas sociales significativas al cabo de las cuales el Gobierno perdió la popularidad que había recuperado con la victoria. De acuerdo a los sondeos, la sociedad volvió a dividirse en dos a la hora de juzgar a Cambiemos y las expectativas de mejora descendieron. Las razones parecen antes políticas que económicas. Al menos en las encuestas, no hay indicios de un empeoramiento en la situación material, ni de un impacto de la inflación mayor que el registrado en los últimos meses. Por eso, los motivos que explicarían el retroceso del oficialismo deben buscarse en el manejo de la crisis que provocaron las reformas. Sin embargo, el déficit político de Macri posee un límite, también político: la desastrosa situación del peronismo, que no es alternativa. Un irónico observador de la actualidad argentina suele explicarlo así: muchos votantes están en Cambiemos como están en las prepagas: maldiciendo, pero sabiendo que no tienen a dónde ir.

La broma puede explicarse por esta razón: si la coalición gobernante atraviesa dificultades, el peronismo enfrenta un desaguisado de proporciones aún inestimables. La tragedia no es electoral, sino política y sociológica. En 1983 y 1985, ya había perdido el gobierno nacional y la provincia de Buenos Aires, quedando desarticulado, sin liderazgo y aparentemente sin perspectivas. Esas similitudes con el presente no deben opacar, sin embargo, las amargas novedades con que se enfrenta ahora. En primer lugar, debe analizarse el significado del kirchnerismo tardío, que lejos de declinar se encamina a convertirse en un actor político relevante. Pero hay otras razones menos evidentes, aunque quizá decisivas: la fractura social de la base de votantes, la deficiente respuesta intelectual al cambio de época, la deriva sindical, el desplome del mito de la eficacia para gobernar, y las cada vez menos aceptadas prácticas de corrupción. Entre otras creencias, al peronismo lo justificó el equívoco mito de "roban pero hacen". Si se derrumba la fama de eficacia, la corrupción deja de ser una viveza tolerada para convertirse en un robo inadmisible.

El kirchnerismo crepuscular...

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