Debatir en vez de huir

Daniel Scioli no será protagonista del acontecimiento que prometía ser histórico: el primer debate en la Argentina entre todos los candidatos presidenciales, acordado en conjunto para el próximo domingo. Ya sea por presión del kirchnerismo duro o decisión propia, el candidato oficialista que más reivindicó el diálogo político optó por el monólogo. No sólo reedita la "silla vacía" de Carlos Menem (1989) y la lógica aliado-enemigo de Cristina Kirchner, sino que rehúye al salto de calidad democrática que significa un debate abierto y televisado, que ahora convierte en un espacio exclusivo para el arco opositor. Sólo restaría que la TV Pública no lo transmita y lo reemplace por 6,7,8 o Fútbol para Todos.

Aunque vaya primero en las encuestas, el viraje de Scioli sólo se justificaría con el discutible argumento de no arriesgarse a perder votos entre el electorado independiente, donde también Mauricio Macri y Sergio Massa ponen sus anzuelos. Pero ante la opinión pública que esperaba evaluar por TV el cruce de propuestas de todos, transforma esa fortaleza electoral en una debilidad política. Su deserción subestima la importancia del debate y la necesidad de los votantes -indecisos o no- de contar con más elementos de juicio que buenas intenciones antes de llegar al cuarto oscuro.

Las demás son excusas sin asidero: no es necesaria una ley para el debate, cuyas reglas ya fueron definidas y aceptadas por todos los candidatos, incluyendo a representantes del gobernador bonaerense que habían participado de una docena de reu-niones preparatorias. En ellas se sorteó incluso el orden de aparición de cada uno para abordar cuatro ejes temáticos (desarrollo económico y humano, educación e infancia, seguridad y derechos humanos y fortalecimiento democrático), más dos bloques abiertos y las preguntas específicas que se cruzarán uno con otro. Los periodistas actuarán básicamente como presentadores y moderadores.

Más que un riesgo o una oportunidad para los presidenciables, esta herramienta pluralista supone revalorizar a las mayorías y minorías que buscan vislumbrar cómo será la política poskirchnerista, ya sea con un presidente oficialista u opositor. Huir de la discusión significa eludir compromisos explícitos, y también relativizar la responsabilidad de cumplirlos o el costo de incumplirlos por parte de quien resulte elegido. El caso de Dilma Rousseff en Brasil es tan dramático como ilustrativo. Su problema no fueron los debates previos, sino haberse...

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