Debate presidencial: la rigidez del formato jugó en contra del atractivo televisivo

La transmisión televisiva fue una de las grandes perjudicadas por el rígido e inflexible diseño del debate presidencial. Faltaron anoche frente a la pantalla muchas de las herramientas que definen e identifican a un genuino lenguaje televisivo para coberturas de carácter tan excepcional. Entre ellas, la posibilidad del uso de la pantalla dividida para que el televidente pudiera apreciar las reacciones espontáneas de cada candidato, o el recurso casi completamente ausente del uso de los planos generales del escenario, modesto paliativo (pero alternativa al fin) de la tediosa y mecánica sucesión de planos individuales cuando a cada uno le tocaba exponer.Cuesta entender, además, por qué las parejas periodísticas encargadas de conducir y moderar el debate tuvieron la suerte de contar en sus intervenciones con un fondo azul en la pantalla, tono que siempre resulta mucho más amigable para el televidente que el negro que todo el tiempo estuvo detrás de los atriles de cada candidato. Los encargados de la transmisión, que anoche fue responsabilidad de la Cámara Argentina de Productores Independientes de Televisión (Capit), deberían tomar nota de otras experiencias internacionales.Cualquiera de los debates entre candidatos en Estados Unidos, incluso los que se realizan en instituciones similares a la elegida aquí, exhiben una escenografía y un diseño de iluminación que parten de la premisa contraria a la impuesta anoche: no...

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