Dar clases en demasiadas escuelas

Taxi es lo que menos usan. No les da el presupuesto. Pero alguien les puso ese nombre y quedó. Docentes "taxi". Porque van de acá para allá, corriendo, traspirando, de una escuela a la otra. Tratando de juntar las horas – y los pesos – necesarios para llegar a fin de mes. Lo hacen en transporte público (subte, colectivo, tren, metrobus) aunque eso implique lidiar con la incertidumbre cotidiana de no saber cuándo van a llegar. En la provincia de Buenos Aires, las distancias son más largas y menos las opciones de movilidad. Algunos, deciden hacer un esfuerzo extra por comprar un auto y ganar en independencia.

Llegan sobre la hora. Van directo al aula. Dan clase. El timbre les avisa que los espera otro destino. Otros alumnos. Otros contenidos. A veces, en la otra punta de la ciudad (o de la provincia). Van dejando su estela por las escuelas secundarias y los profesorados sin poder hacer pie en ningún lado. A la noche, se arrastran hasta los colegios nocturnos con el resto que les queda. Arman, como pueden, un tetris entre su vida laboral y personal. Porque además, tienen que ocuparse de sus casas, de sus hijos, de sus relaciones de pareja. El celular es su único contacto permanente con el mundo, sin el cual no podrían organizar el resto de sus roles: ser padres, tutores, amas de casa, hermanos, hijos y también docentes a la distancia.

¿Cuántos son? No se sabe. El último Censo Nacional Docente de 2004 decía que el 15,9% de los docentes trabajaba en más de 3 colegios. Eso quiere decir: alrededor de 20.000.

Para Claudia Romero, Directora del Área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella, uno de los problemas más graves del nivel secundario es cómo está organizado el trabajo docente. "La designación de profesores por materia y por sección determina que deban acumular horas de clase para tener un ingreso razonable. Eso lleva a una sobrecarga de trabajo que deteriora no sólo la calidad de la enseñanza sino la salud psíquica y física de los profesores, genera falta de sentido y hastío, ya que a cada hora de clase dictada se le deben sumar horas de preparación y evaluación no rentadas. El profesor "taxi" es la materialización de una concepción fragmentada del currículum y de la evidente proletarización del trabajo docente".

En esta carrera contra el tiempo, el tráfico y los imprevistos, ¿en qué lugar queda la educación? Definitivamente, relegada. ¿Cuánto afecta el estrés y el cansancio la capacidad de enseñar de estos docentes y, en consecuencia, la calidad de los aprendizajes de los alumnos? Todos los involucrados señalan que demasiado.

Hernán Blanco es docente de Lengua y Literatura en nueve escuelas secundarias de Tigre y Don Torcuato. De éstas, sólo 12 horas las ejerce como titular y las demás lo hace como suplente o provisional. Su vida transcurre más en el auto que en el aula. Tanto que lo siente su segundo hogar. A veces tiene sólo 20 minutos para llegar de una escuela a la otra y almuerza en el trayecto. "Justo ahora empecé a hacer una dieta y se hace difícil. Me traje un yogur para comer en el auto. Andamos de acá para allá. Por suerte, yo ya tenía auto cuando arranqué con esto de ser docente "taxi". Tenés que tener todo milimetrado. A veces tenés días muy incómodos. Es un trabajo que uno hace por horas y va armando módulos. Damos clases y nos vamos, damos clases y nos vamos. Ese tiempo que estoy viajando si estuviera en la escuela, lo podría dedicar a estar con los directivos o planificar algo", dice este docente de 37 años, con 3 hijos, que pone en evidencia una de las principales consecuencias de esta modalidad: los docentes no pueden desarrollar sentido de pertenencia con las escuelas ni participar de la estrategia pedagógica.

Este es el núcleo central del problema también para Silvia Paz Illobre, presidenta de la Fundación Lúminis: "lo más preocupante es la imposibilidad de generar equipos de trabajo. Si vos no tenés una adscripción a la institución y sentido de pertenencia, es muy difícil que puedas trabajar imbuido en las problemáticas de los alumnos y la institución o cumplir con los proyectos pedagógicos de cada lugar. La tarea pedagógica incluye mucho más que dar una determinada cantidad de horas de clase. La actual estructura impide que el profesor tenga horas dedicadas a planificación, al trabajo con sus colegas, a realizar consultas al equipo directivo o reuniones con profesores de distintas disciplinas".

Porque ser docente es dar clases pero también es conocer a sus alumnos, pensar las mejores estrategias pedagógicas para cada uno, acompañarlos en su ritmo de aprendizaje, hacer prueba y error, charlar con otros profesores, organizar actividades conjuntas. Por eso, Illobre también remarca el hecho de que hoy en día los cargos docentes no incluyen el tiempo para hacer tutorías porque no está contemplado dentro de la designación del cargo. "Hoy sólo se considera al trabajo docente como el dictado de clases. Y encima el tiempo de viaje genera una pérdida de horas que se podrían aplicar a la tarea pedagógica".

Florencia Mezzadra y Cecilia Veleda – investigadoras de Cippec- sostienen en su libro Apostar a la Docencia que un desafío significativo para el sistema educativo argentino es la retención de los docentes en una misma...

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